El gran susto del patito y su mamá



Era un hermoso día en el bosque. El sol brillaba, las flores florecían y una suave brisa mecía las hojas de los árboles. Un pequeño patito llamado Pipo caminaba alegremente junto a su mamá, Doña Pata.

-¡Mirá, mamá! ¡Las mariposas están volando! -exclamó Pipo con emoción, saltando de alegría.

-Mirá pero no las toques, querido, son muy delicadas. ¡Vamos a seguir nuestro camino! -respondió Doña Pata dulcemente.

De pronto, mientras paseaban, un sonido extraño hizo eco entre los árboles. Era un rugido profundo y aterrador que hizo temblar a Pipo.

-¿Qué fue eso, mamá? -preguntó Pipo con un hilo de voz.

-No lo sé, hijo. Pero suena peligroso. ¡Vamos a escondernos! -dijo Doña Pata mientras movía su cabeza nerviosamente.

En ese instante, un gran lobo con ojos brillantes y afilados colmillos apareció entre los arbustos, mirando a Pipo y a su mamá.

-¡Hola, patitos! -dijo el lobo, intentando sonar amigable, aunque su voz sonaba burlona- ¿Qué hacen por aquí tan solitos?

Pipo se asustó mucho y se abrazó a su madre.

-¡Mamá, tengo miedo! -lloró Pipo mientras temblaba.

-¡Tranquilo, Pipo! ¡Yo estoy aquí contigo! -le respondió Doña Pata tratando de mantener la calma.

-¿Por qué no ven conmigo a explorar el bosque? -siguió el lobo con una sonrisa que no parecía sincera.

-¡No! ¡No queremos ir contigo! -gritó Pipo, su corazón latiendo con fuerza.

-Oh, ¿por qué no? -preguntó el lobo con tono juguetón.- Si no vienen, quizás les comeré para almorzar.

Al escucharlo, Pipo sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-¡Rápido, mamá! ¡Al lago! -gritó Pipo, y juntas se lanzaron al agua, chapoteando con desesperación para ocultarse del lúgubre lobo que seguía sus pasos.

Una vez en el lago, Doña Pata se dio cuenta de que el lobo no podía nadar. Desde el agua podían ver al lobo frustrado.

-¡Esto no es justo! -gritaba el lobo, con su voz resonando en el bosque.- ¡No sé nadar! ¡Volveré por ustedes!

Pipo, todavía muy asustado, miró a su madre.

-¿Qué vamos a hacer, mamá?

-Esperemos un momento, hijo -dijo Doña Pata, tratando de calmarlo.- A veces el miedo es solo un espejismo. Necesitamos pensarlo.

Entonces, mientras se refugiaban en el agua, comenzaron a ver que el lobo estaba tratando de encontrar un lugar donde pudiera entrar al agua.

-¡Mirá! -dijo Pipo, asomando la cabeza por encima del agua.- ¡No puede entrar!

-Sí, pero no debemos burlarnos, hijo -respondió Doña Pata.- Aunque él parezca aterrador, no debemos olvidar que cada uno tiene su lugar en el mundo.

Finalmente, el lobo se cansó de intentar, se sentó en la orilla y comenzó a quejarse.

-¡Es difícil ser un lobo! ¡Nadie quiere jugar conmigo! -suspiró el lobo, sus ojos brillando bajo el sol.

Pipo, sintiendo un poco de pena por el lobo, le dijo:

-¡Hola, lobo! ¡Nosotros no queremos hacerte daño, pero sí tenemos miedo!

El lobo, sorprendido, giró su cabeza hacia Pipo.

-¿De verdad? -preguntó, curioso.- ¿Por qué?

-Porque eres grande y tienes colmillos. Nos asustas. Pero no queremos que te sientas solo.

El lobo se quedó en silencio, reflexionando sobre la respuesta del patito.

-Quizás puedo ser más amable y no asustar tanto -dijo el lobo, intentando sonreír.

Doña Pata, al escuchar esto, decidió darle una oportunidad al lobo.

-¿Y si hacemos un trato? -propuso Doña Pata._ Si tú dejas de intentar asustarnos, nosotros podemos jugar a la orilla del lago.

El lobo asintió, feliz por no estar solo.

-¡De acuerdo! Prometo ser amable, sólo quiero tener amigos.

Desde aquel día, el lobo, Pipo y Doña Pata se reunían en el lago para jugar. Aprendieron que a veces las apariencias engañan y que el miedo puede convertirse en amistad si se le da una oportunidad.

Pipo sonrió y le agradeció a su mamá por estar siempre a su lado. Juntos descubrieron que, aunque la vida puede tener sustos, siempre hay una forma de transformarlos en algo bonito y sorprendente. ¡Y así fue como un gran susto se convirtió en una hermosa amistad!

FIN.

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