El Gran Taller de Esteban



Era un lindo día en la ciudad de Buenos Aires, y el sol brillaba con fuerza en el parque donde Esteban, un niño de 8 años, estaba jugando solo. A veces, se sentía diferente de sus compañeros porque la comunicación verbal le resultaba un poco complicada. Sin embargo, eso no le impedía soñar en grande.

Esteban era un apasionado de la pintura. Le encantaba usar colores brillantes y crear sus propias obras de arte. Un día, mientras estaba en su rincón favorito del parque, decidió que quería organizar un gran taller de pintura para sus compañeros. Aunque sabía que hablarles podría ser difícil, se armó de valor y se puso a trabajar en una invitación con dibujos.

Con sus lápices de colores, Esteban dibujó un enorme lienzo con paletas llenas de pintura y pinceles, y escribió: “¡Ven a mi Taller de Pintura! ¡Vamos a crear juntos! ” En lugar de usar palabras, se concentró en hacer que su invitación fuera visualmente atractiva.

Al día siguiente, repartió las invitaciones a sus compañeros y, para su sorpresa, algunos de ellos se mostraron interesados.

"¡Esteban, me encanta el arte!" dijo Ana, mientras miraba la invitación.

- “Yo quiero pintar un dragón volador”, comentó Tomás con una sonrisa.

- “¿Cómo vamos a hacerlo? ” preguntó Martín, intrigado.

Los días pasaron y, el día del taller, los niños llegaron emocionados al parque. Esteban los recibió con una gran sonrisa y, aunque no sabía bien cómo explicarles, les mostró los materiales que había preparado: lienzos, pinceles, y un arcoíris de pinturas.

Mientras los chicos comenzaban a trabajar, Esteban se dio cuenta de que había encontrado una forma de comunicación diferente. Empezó a andar de un lado a otro, señalando los colores y gesticulando con entusiasmo.

"¡Miren!" gritó mientras señalaba el amarillo brillante,

"Se ve como el sol. Vamos a pintarlo en nuestro lienzo para que brille”.

A medida que pintaban, las risas y la alegría llenaron el parque. Los niños, ahora más cómodos, comenzaron a hablar entre sí y a compartir ideas sobre lo que estaban creando, mientras Esteban los guiaba con gestos y sonrisas.

Sin embargo, en medio de la diversión, uno de los niños, Nacho, tropezó y cayó al suelo.

- “¡Ay! Me duele el brazo”, exclamó, mientras se frotaba la parte dolorida.

Esteban se dio cuenta de que Nacho se sentía mal y, en lugar de alejarse, se acercó para ayudar. Con un gesto comprensivo, le mostró que podía sentarse y pintarle una pequeña curita en su mano con un color azul.

"No te preocupes, esto te hará sentir mejor."

Los otros niños notaron lo que Esteban hacía y comenzaron a unirse a él, decorando el “vínculo curativo” con pinturas y dibujos divertidos.

"¡Una nube!" gritó Ana.

"Y un rayo!" agregó Tomás emocionado.

¡Todo el mundo se sumó! Esteban sintió que la risa y el arte los unían. Aquí había encontrado su lugar.

Al final del taller, todos los niños estaban felices con sus obras de arte.

"¡Gracias, Esteban! ¡Me divertí mucho!" dijo Martín, abrazándolo.

- “¡Sí! ¡El próximo taller lo hacemos más grande!" agregó Ana.

Esteban, con una sonrisa de oreja a oreja, se dio cuenta de que a veces las palabras no son necesarias para comunicarse. La amistad, el arte y la creatividad pueden unir a las personas de maneras sorprendentes.

Así, el Taller de Esteban se convirtió en un evento mensual en el parque, donde todos los niños se reunían para reír, pintar y compartir. Y a veces, solo era necesario un gesto, una sonrisa o una obra de arte para poder conectarse unos con otros.

Lo que comenzó como una aventura en solitario se transformó en una hermosa comunidad de pequeños artistas, donde todos aprendieron que la verdadera comunicación va más allá de las palabras.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!