El Gran Taller del Mundo



En un rincón mágico del universo, donde las estrellas brillaban con una luz especial, existía un pequeño taller donde trabajaban tres amigos: Lía, la luz; Timo, el viento; y Roco, el río. Lía siempre estaba llena de energía y le encantaba iluminar todo lo que encontraba en su camino. Timo, con su risa juguetona, movía las hojas de los árboles y susurraba secretos entre las nubes. Roco era tranquilo y sereno, siempre fluyendo en su curso, aunque a veces podía ser muy veloz cuando se emocionaba.

Un día, mientras los tres amigos conversaban sobre lo que podían crear juntos, Roco tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos un lugar donde todos puedan vivir y jugar?" -propuso entusiasmado.

"¡Eso suena genial!" -exclamó Lía, desprendiendo un destello de luz.

"Sí, pero necesitamos que sea un lugar especial, lleno de maravillas todos los días" -agregó Timo, revoloteando de alegría.

Comenzaron a trabajar en su creación. Lía iluminó el cielo con su luz cálida, dando vida a hermosos amaneceres y mágicas puestas de sol. Timo, el viento, hizo bailar los árboles y creó nubes suaves que llenaron el cielo de formas divertidas. Mientras tanto, Roco construyó ríos cristalinos que serpentearon por montañas y valles, llevando vida a cada rincón.

Después de mucho esfuerzo, miraron su creación.

"¡Miren!" -dijo Roco, señalando con una ondulación. "Hemos creado grandes montañas y valles llenos de flores. Todo parece tan hermoso."

Pero entonces, un oscuro y serio viento comenzó a soplar.

"¿Qué pasó?" -preguntó Timo, preocupado mientras sentía cómo su fuerza se desvanecía.

"Creo que aún falta algo" -dijo Lía, mirando a su alrededor con preocupación. "No hay vida aquí; no hay seres que puedan disfrutar de nuestro hermoso mundo."

Entonces, Timo tuvo una brillante idea.

"¡Podemos invitar a los animales!" -dijo entusiasmado. "Ellos pueden vivir aquí, correr y jugar."

Así que los tres amigos alzaron sus voces:

"¡Animales del mundo, vengan a nuestro nuevo hogar! ¡El viento trae consigo la invitación!"

De repente, llegaron ciervos saltarines, aves coloridas, peces brillantes, y hasta tortugas sabias. Cada uno, a su manera, trajo consigo alegría y vida.

Lía iluminaba sus caminos, Timo hacía que las ramas se movieran para dar sombra, y Roco ofrecía agua fresca. Todos juntos formaban una gran familia, viviendo en armonía.

Un día, mientras jugaban, los animales comenzaron a quejarse.

"Esto es divertido, pero... no podemos vivir de solo jugar" -dijo una tortuga sabia. "Necesitamos un lugar donde encontremos alimento y un hogar."

Los tres amigos se miraron y comprendieron que tenían que hacer más.

"¡Vamos a crear bosques y praderas!" -dijo Lía, iluminando el camino.

"Y caminos por donde puedan viajar" -agregó Timo.

"Y grandes lagos donde puedan beber y jugar" -completó Roco.

Volvieron a trabajar juntos, con más esfuerzo que nunca, y pronto su creación se llenó de abundantes árboles, campos verdes y lagos brillantes. Los animales hicieron sus casas y empezaron a vivir felices.

Un día, mientras todos celebraban en el claro, Roco dijo:

"¿Se dan cuenta de lo que hemos hecho? Hemos creado un verdadero hogar."

"Sí, ¡y todo empezó con nuestra amistad y un poco de imaginación!" -dijo Timo, feliz.

"A veces, para crear algo maravilloso, solo hace falta un poco de luz, viento y agua, y sobre todo, trabajar juntos" -concluyó Lía.

Desde ese día, el taller del mundo siguió existiendo, y sus tres amigos siempre encontraban maneras de enriquecer su creación con nuevas ideas y llenarla de vida y maravillas.

Y así, gracias a la luz, el viento y el agua, nació un paisaje donde todos podían vivir, jugar y compartir, un lugar donde la amistad y la imaginación nunca dejaban de brillar.

FIN.

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