El Gran Tesoro de Valentina y Tomás
Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza y Valentina, una niña de siete años con una imaginación desbordante, estaba jugando en su jardín. Tenía un perro llamado Max, que siempre la acompañaba. Un buen día, mientras jugaba a buscar tesoros, Valentina decidió invitar a su mejor amigo, Tomás, a unirse a la aventura.
"¡Tomás! ¡Vení a jugar! Estamos por encontrar un tesoro" - gritó Valentina.
Tomás, un niño curioso y algo soñador, llegó corriendo con su pala de juguete.
"¿Qué tipo de tesoro vamos a encontrar?" - preguntó emocionado.
"¡El mejor de todos! ¡El tesoro de la amistad!" - respondió Valentina, sonriendo.
Juntos comenzaron a cavar en el jardín de Valentina, pero no encontraban nada exceptuando algunas piedras y hojas.
"¿Estamos seguros de que hay un tesoro aquí?" - cuestionó Tomás un poco desanimado.
"Claro, el tesoro no siempre es algo físico. A veces, está en lo que vivimos juntos" - dijo Valentina, con la esperanza de levantar el ánimo de su amigo.
De repente, Max, el perro, comenzó a ladrar y a rascar en un rincón del jardín.
"¡Mirá! ¡Max encontró algo!" - exclamó Tomás, corriendo hacia su perro.
Al excavar un poco más, encontraron una caja pequeña y polvorienta. Valentina y Tomás se miraron con los ojos brillantes de emoción.
"¿Y si es un tesoro de verdad?" - dijo Tomás, mientras ambos trataban de abrir la caja.
Finalmente, lograron abrirla y dentro había un montón de fotos viejas de ellos dos, desde que eran muy pequeños.
"¿Qué es esto?" - preguntó Tomás confundido.
"Son nuestras aventuras, nuestros buenos momentos juntos. ¡Eso es un verdadero tesoro!" - respondió Valentina con una sonrisa.
Tomás observó las fotos. En algunas aparecían haciendo manualidades, otras estaban en el parque y algunas eran de días lluviosos jugando en casa.
"¡Son tan divertidas! Nunca las había visto así juntas. También tenemos que seguir creando nuevos recuerdos" - dijo Tomás, iluminándose.
Valentina pensó un momento, luego dijo:
"Podemos hacer una lista de cosas que queremos hacer juntos. ¡Así aseguramos que nuestra amistad siempre sea una aventura!".
Ambos se sentaron en el césped y empezaron a escribir. Al final de la lista, tenían planes para construir una cabaña, hacer una feria de juegos y hasta un viaje en bicicleta al parque.
"¿Te das cuenta, Tomás? El tesoro no eran solo las fotos, sino todo lo que hemos vivido y lo que viviremos juntos" - dijo Valentina.
Sin embargo, poco después, un cambio inesperado ocurrió. Tomás tuvo que mudarse a otra ciudad a causa del trabajo de su papá. El día de la despedida, Valentina estaba triste.
"Prometeme que siempre seremos amigos, aunque estemos lejos" - rogó Valentina.
"¡Claro! La distancia no importa cuando tienes un tesoro como yo" - bromeó Tomás, lleno de optimismo.
Pasó el tiempo y aunque se extrañaban, ambos mantuvieron su promesa. Se llamaban por videollamada, se escribían cartas y compartían fotos de sus nuevas aventuras. Valentina y Tomás demostraron que el valor de la amistad era tan fuerte que ni la distancia podía romperlo.
Un día, mientras Valentina estaba sentada en su jardín, recibió una carta de Tomás. Al abrirla, encontró un dibujo que decía: "A sólo un viaje de distancia, siempre seremos amigos".
Valentina sonrió, sabiendo que el verdadero tesoro de la amistad nunca se pierde, sino que se fortalece día a día, sin importar la distancia. Y así, Valentina y Tomás siguieron construyendo su amistad a través de cartas, dibujos, llamadas y un sinfín de aventuras por vivir, demostrando que el valor de la amistad es un verdadero tesoro, el más grande de todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.