El Gran Tesoro del Bosque
Érase una vez, en un frondoso bosque lleno de árboles altos y flores de todos los colores, un búho sabio llamado Olmo. Olmo vivía en lo alto de un árbol, donde pasaba sus días observando todo lo que ocurría a su alrededor. Un día, mientras estaba en su rama favorita, escuchó un rumor entre los animales del bosque.
"¡He encontrado un tesoro!" gritaba una serpiente llamada Sefira.
Sefira era conocida por ser muy astuta. Pero, a veces, sus historias eran un poco exageradas.
Olmo, curioso por la noticia, decidió volar hacia el lugar donde se encontraba Sefira. Cuando llegó, un grupo de animales ya había reunido para escucharla.
"Este tesoro tiene monedas de oro y joyas brillantes. ¡Es mío!", dijo Sefira con una sonrisa ladina.
"¿De verdad tienes un tesoro, Sefira?", preguntó un tigre llamado Tigrón, que era fuerte pero también un poco desconfiado.
"¡Claro que sí!" respondió Sefira, menando la cabeza. "Solo tengo que ir a buscarlo. Pero ustedes no pueden ir, porque es un secreto. Y si alguien se entera, perderé el tesoro para siempre."
Los animales estaban intrigados, pero Olmo sabía que Sefira a veces contaba historias que no eran ciertas.
"Sefira, ¿cómo sabemos que de verdad existe el tesoro?", preguntó Olmo con voz amable.
"Porque soy yo quien lo encontró, y puedo compartirlo cuando quiera«, respondió Sefira, a la defensiva.
Olmo decidió investigar un poco más. Mientras tanto, Tigrón, emocionado por la idea del tesoro, no podía dejar de pensar en cuán grande sería.
"Tal vez deberíamos seguir a Sefira y ver dónde va", sugirió Tigrón.
"No estoy seguro de que eso sea correcto. Si es cierto que hay un tesoro, ¿por qué no nos lo muestra ahora?", dijo Olmo.
Sefira se dio cuenta de que sus palabras estaban empezando a desmoronarse. Así que decidió actuar. "¡Está bien! Voy a buscarlo. Ustedes espérame aquí", dijo con prisa y se deslizó rápidamente entre los arbustos.
Olmo y Tigrón decidieron seguir a la serpiente. Al poco tiempo, llegaron a un claro donde Sefira se detuvo.
"Miren, ¡aquí está el tesoro!", gritó Sefira, señalando con su cola a una roca cubierta de hojas. Pero cuando la movieron, solo encontraron piedras comunes.
Entonces, Tigrón se enojó porque se sentía burlado.
"¡Sefira! ¿Dónde está el tesoro? Nos dijiste que había oro y joyas, y solo hay piedras", rugió con fuerza.
"Lo siento, amigos. Solo quería que pensaran que era especial. Pero no existe tal tesoro", confesó Sefira con vergüenza.
Olmo, viendo que la situación se tornaba incómoda, se acercó a Sefira y le dijo: "Lo importante no es tener un tesoro físico, sino la confianza de tus amigos. La honestidad es el mayor tesoro que podemos encontrar."
Tigrón, aún molesto, dijo: "Puede que no haya un tesoro, pero aún valoramos tu amistad, Sefira. Solo pido que seas honesta con nosotros."
Sefira, sintiéndose apenada, asintió y prometió ser honesta de ahora en adelante.
Los tres personajes se sentaron juntos y comenzaron a hablar sobre lo que de verdad significaba la amistad y cómo la honestidad fortalecía esos lazos.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, comprendieron que aunque no tenían un tesoro de oro, tenían algo más valioso: la sinceridad y el apoyo mútuo.
Desde ese día, Sefira, Tigrón y Olmo se convirtieron en los mejores amigos del bosque, y juntos aprendieron que ser honestos siempre es la mejor forma de construir relaciones sinceras y duraderas. Y así, el bosque seguía lleno de risas, aventuras y, sobre todo, mucha honestidad.
FIN.