El Gran Tormentón de Esquina



Era una tranquila tarde en la ciudad de Esquina, cuando un fuerte rayo iluminó el cielo. Las pequeñas Ana y Sofía, dos niñas llenas de energía, estaban jugando en el parque cuando el primer trueno resonó como un tambor.

- ¡Oh, mirá! - dijo Ana, señalando al cielo anaranjado. - ¿Qué es eso?

- Creo que es una tormenta - respondió Sofía, con ojos tan grandes como platos. - ¡Debemos ir a casa!

Pero en vez de entrar a sus casas, un rayo cayó cerca del parque, causando una pequeña fogata. Ambas se quedaron paralizadas, pero rápidamente, su espíritu aventurero las llevó a pensar en cómo podían ayudar.

- ¡Vamos a buscar agua! - propuso Ana.

- Sí, pero tenemos que ser rápidas antes de que el fuego se propague.

Las niñas corrieron hacia su escuela, ubicada cerca del parque, donde sabían que había un tanque de agua. En el camino, se encontraron con varios niños, que miraban asustados.

- ¡Chicos! - gritó Sofía. - Hay un fuego en el parque, necesitamos agua y más manos.

Al principio, los otros niños dudaron.

- Yo no quiero acercarme a un fuego. - dijo Lucas, temblando de miedo.

- ¡Pero si no lo apagamos, puede crecer! - explicó Ana. - Y podría afectar nuestras casas.

Los ojos de Lucas se iluminaron. - ¿De verdad?

- ¡Sí! - respondió Sofía. - Si todos trabajamos juntos, podemos hacerlo.

Así, un grupo de valientes niños decidió unirse a Ana y Sofía. Llenaron baldes de agua y corrieron de regreso al parque. Al llegar, el fuego ya estaba extendiéndose hacia algunos arbustos.

Las niñas lideraron el esfuerzo. Con cada balde de agua que lanzaban, el fuego parecía disminuir un poco más.

- ¡Vamos, hay que ayudar más! - animó Ana.

Sin embargo, en medio de la acción, un fuerte rayo sonó de nuevo. Todos se detuvieron por un instante, aterrados. Pero Sofía les recordó lo que estaban haciendo.

- ¡No podemos rendirnos! - exclamó. - ¡Necesitamos seguir!

Reuniendo el valor, todos continuaron arrojando agua, y poco a poco, el fuego se fue apagando. Hasta que finalmente, sólo quedaron cenizas.

- ¡Lo logramos! - gritó Lucas, dando un salto de alegría.

Las niñas sonrieron, pero luego miraron hacia el cielo. La tormenta seguía arremetiendo, ahora con más fuerza.

- Chicos, debemos seguir en acción. - dijo Sofía. - Si la tormenta trae vientos fuertes, debemos asegurarnos de que el parque esté limpio y seguro.

Y así, formaron una cadena humana, recogiendo ramas y alimentos que el viento podía llevar.

Cuando terminaron, se dieron cuenta de que no sólo habían apagado el fuego, sino que también aprendieron lo importante que era trabajar en equipo.

Mientras la tormenta pasaba, sintieron una gran satisfacción. Y aunque sus casas se encontraban un poco lejos, cada uno sabía que juntos podían lograr grandes cosas.

Con el tiempo, la tormenta se calmó y el sol asomó. Las niñas y los chicos del barrio se sentaron juntos en el parque, cansados pero felices.

- ¡Qué gran aventura! - dijo Ana, mirando a sus amigos. - Aprendimos a no tener miedo y a ayudar.

- Sí - añadió Sofía. - Y a hacer frente a lo que venga, ¡siempre juntos!

Desde aquel día, los niños de Esquina siempre recordaron el Gran Tormentón y lo que habían logrado. Todos eran muy distintos, pero juntos eran invencibles.

La ciudad aprendió que la valentía no significa no tener miedo, sino encontrar la fuerza para seguir adelante, y que trabajando en equipo, cualquier tormenta se puede superar.

FIN.

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