El Gran Torneo de Amistad
Había una vez, en un barrio de Buenos Aires, un grupo de amigas inseparables: Clara, Sofía y Lila. Ellas compartían todo: la escuela, los juegos en la cancha y hasta los momentos con sus novios.
Un día, mientras jugaban en la cancha, Clara dijo emocionada:
"Chicas, escuchen esto: ¡Va a haber un torneo de fútbol en el barrio!"
"¡Sí! Sería genial participar", respondió Sofía, cuyos ojos brillaban de entusiasmo.
"Pero, ¿y si nosotras no somos tan buenas?", se preocupó Lila, que siempre temía no dar la talla.
"No importa si ganamos o perdemos", dijo Clara, con una sonrisa alentadora.
"Lo divertido es jugar juntas y pasar un buen rato", añadió Sofía.
Así que decidieron inscribirse en el torneo. Comenzaron a entrenar todos los días después de la escuela. A veces, su entrenamiento era un desastre porque se distraían hablando de sus compañeros y sus novios.
Una tarde, mientras practicaban un tiro a puerta, Sofía comenzó a reírse:
"¡Miren! ¡Soy la mejor portera!" y, mientras hacía una pirueta, terminó cayéndose al suelo.
"¡Sofía! ¿Estás bien?" preguntaron Lila y Clara, preocupadas.
"¡Sí! Solo me caí, pero tengo una idea: deberíamos hacer un baile cada vez que anotemos un gol. ¡Así será más divertido!"
"¡Eso suena genial!" exclamó Lila, olvidándose de sus dudas.
Con el paso de las semanas, las chicas mejoraron mucho. Los días del torneo llegaron y el ambiente estaba lleno de emoción. La primera ronda sería contra un equipo rival conocido por ser extremadamente competitivo.
Cuando llegó el momento del partido, Lila observó a su novio entre el público y se sintió nerviosa.
"No puedo hacerlo, chicas", dijo con inseguridad.
"¡Vamos, Lila! Tú eres la mejor defensora. Recuerda nuestro baile. ¡Jugar es lo importante!" la animó Clara.
"¡Sí! Y si anotamos, todos nos aplaudirán, no solo a ti!", añadió Sofía.
Con esas palabras, Lila se llenó de valor y decidió dar lo mejor de sí. El partido comenzó y fue muy reñido. Las chicas se movían rápidamente, pero los oponentes eran fuertes. En un momento crucial, Clara logró hacer un pase perfecto a Sofía, que se la pasó a Lila.
"¡Anótala, Lila!" gritaron las chicas al unísono. Lila, con el corazón latiendo fuerte, corrió hacia el arco y, con todas sus fuerzas, pateó el balón que, para su sorpresa, terminó en el fondo de la red.
"¡Gooool!" gritaron las amigas. Saltaron y bailaron como habían prometido.
"¡Lo logramos!" exclamó Clara, abrazando a Lila y Sofía.
Después de varios partidos, llegaron a la gran final. Pero al enfrentar al equipo que había vencido a todas las demás, se sintieron asustadas. Sin embargo, recordaron lo que habían aprendido: la amistad es lo más importante.
Finalmente, aunque no ganaron el torneo, se dieron cuenta de que se habían divertido mucho en el camino. Al final del día, no solo habían ganado experiencias, sino que también había crecido su amistad con sus novios, quienes las apoyaron desde la tribuna.
Después del torneo, las tres amigas acordaron seguir entrenando, no por ganar, sino por lo que vivieron juntas. Y así fue como, de un torneo, creció una amistad aún más fuerte. Casi todos los días, después de la escuela, se reunían en la cancha, listas para nuevas aventuras.
"Me alegra haber jugado con ustedes, chicas", dijo Lila, mientras se retiraban.
"A mí también. Nunca olvidaremos este torneo", respondió Sofía.
"Y siempre habrá tiempo para más juegos y risas", agregó Clara con una sonrisa.
Y así, las chicas aprendieron que lo importante no era ganar, sino disfrutar del momento y tener la mejor compañía.
Así terminó el Gran Torneo de Amistad, con más risas, más juegos y una hermosa lección de vida: juntos, todo es más divertido.
FIN.