El Gran Tren de Cartón
Max era un niño lleno de energía y siempre tenía una idea brillante en mente. Le encantaba construir cosas, y su hogar se había convertido en un verdadero taller lleno de maderas, cartones y plásticos. Un soleado sábado, mientras exploraba el garage, tuvo una idea tremenda.
- ¡Abril, papá! ¡Vamos a construir un tren de cartón! - gritó Max, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Abril, su hermana mayor, miró a su hermano con curiosidad.
- ¿Y cómo se hace un tren de cartón? - preguntó, sin poder contener la risa.
- ¡Con imaginación y muchas cajas! - respondió Max, golpeando sus manos con emoción.
Papá, que estaba guardando algunas herramientas, se dio vuelta y se unió a la diversión.
- Suena genial, ¿qué necesitamos? - preguntó, con una sonrisa en su rostro. Su apoyo siempre animaba a Max en sus locuras.
Los tres se pusieron manos a la obra. Reunieron cajas grandes, tubos de cartón y un montón de cinta adhesiva. Con unas tijeras y un poco de pintura, comenzaron a dar forma al tren. Max tenía ideas locas, como agregar una chimenea y un par de vagones llenos de juguetes.
- ¡Mirá cómo queda! - exclamó, mientras pintaba el cuerpo del tren de un brillante color azul.
- Es un tren de juguete, pero será el más veloz de todos! - rió Abril mientras se aseguraba de que las cajas estuvieran bien unidas.
Daban rienda suelta a su creatividad y risa. Pero durante la construcción, Max lanzó una broma que provocó una pequeña travesura.
- ¡Cuidado, no caigan en las vías! - dijo Max, mientras fingía ser el maquinista, haciendo sonidos de tren.
- ¡Max! - riñó Abril, tratando de no reírse. - ¡Fuera de la vía!
Finalmente, después de varias horas de trabajo, el tren de cartón estaba listo. Se veía increíble, lleno de colores y con un gran letrero que decía “El Gran Tren de Max”. La familia se alejó un poco para admirar su creación.
- ¡Es perfecto! - exclamó papá, con orgullo.
- ¡Ahora lo probamos! - dijo Max, saltando de emoción.
Con la imaginación al máximo, Max, Abril y papá se acomodaron dentro del tren de cartón, haciendo ruido de locomotora.
- ¡Todos a bordo! - gritó Max mientras abría una ventana imaginaria del tren.
De repente, Max tuvo una idea brillante.
- ¡Hagamos una aventura! - dijo, mirando a su hermana. - Vamos a recorrer el mundo con este tren. Primero, viajamos al país de los caramelos.
- ¿Y cómo hacemos eso? - le preguntó Abril, con una ceja levantada.
- ¡Con un mapa de papel! - le contestó. Max comenzó a dibujar un mapa lleno de dulces, colores vivos y paisajes fantásticos. Pero mientras estaban en su viaje imaginario, algo inusual ocurrió.
Un viento fuerte comenzó a soplar, y el tren se movió un poco, desmoronándose un poco.
- ¡Cuidado! - gritaron los tres.
De repente, su tren de cartón se dio vuelta y todos empezaron a reír.
- ¡Es un descarrilamiento! - exclamó Max.
- ¡No te preocupes, Max! ¡Siempre podemos arreglarlo! - dijo Abril, riendo igualmente.
Papá los ayudó a volver a poner el tren en su lugar, y aunque había quedado un poco arrugado, la risa y la diversión nunca se detuvieron. Decidieron que lo importante no estaba en que el tren se viera perfecto, sino en lo mucho que habían disfrutado construyéndolo juntos.
- ¡Lo volvemos a tentar! - dijo Max, y todos estuvieron de acuerdo.
Así que siguieron su aventura con el tren de cartón, explorando lugares imaginarios y creando historias llenas de creatividad. Desde el país de los caramelos hasta la isla de las risas, Max, Abril y papá pasaron el resto de la tarde riéndose y disfrutando de la magia de construir juntos.
Al final del día, mientras empacaban las cosas, Max recordó algo importante.
- ¡Lo mejor de todo es que, juntos, podemos construir cualquier cosa! - dijo con una sonrisa.
Abril lo miró y le sonrió, así que ambos, junto a su papá, comenzaron a planear su próxima gran construcción, esta vez un barco de cartón.
- ¡Al mar! - gritaron al unísono, dejando volar su imaginación una vez más.
FIN.