El Gran Viaje a la Escuela



Era una hermosa mañana en el barrio de Sol y Luna. Todos los niños estaban ansiosos por ir a la escuela, pero ellos tenían un plan mucho más divertido en mente. Un grupo de amigos, compuesto por Luna, Leo, y Sofía, decidió que esta vez irían a la escuela de una forma diferente. En lugar de caminar o ir en auto, ¡usarían sus bicicletas!"¡Vamos a pedalear hasta la escuela!" exclamó Luna, emocionada. "Sí, será una aventura increíble," agregó Leo.

Sofía, un poco más cautelosa, dijo: "¿Y si nos perdemos? Nunca hemos ido en bicicleta hasta allá." Pero sus amigos la animaron. Finalmente, decidió unirse a la aventura, y los tres se pusieron sus cascos y se prepararon para salir.

Cuando empezaron a pedalear, el aire fresco les dio muchas ganas de seguir adelante. Se sentían como si volaran sobre el pavimento, riendo y disfrutando del trayecto. Sin embargo, en el camino se dieron cuenta de que había un desvío por obras en la calle.

"Oh no, ahora no sé por dónde ir," dijo Leo, un poco preocupado.

"No te preocupes, Leo. Podemos preguntar a alguien," sugirió Sofía. Mientras buscaban a alguien, vieron a un grupo de padres que estaban observando las obras.

"¡Hola! ¿Podrían ayudarnos?" preguntó Luna. Los adultos sonrieron y uno de ellos dijo: "Claro, chicos. Tienen que seguir recto y luego girar a la derecha. Siempre es bueno preguntar si no saben. La aventura es más divertida cuando no hay miedo."

Agradecidos, siguieron las instrucciones y en poco tiempo se encontraron en un parque, algo que nunca habían visto antes.

"¡Miren ese lugar!" exclamó Sofía. "Podemos hacer una parada rápida antes de ir a la escuela."

Los amigos decidieron explorar el parque. Había una fuente que chisporroteaba, un pequeño lago donde nadaban patitos y hasta una pista para hacer saltos con las bicicletas. Se turnaron haciendo acrobacias. Sin embargo, el tiempo corría y se dieron cuenta de que debían apresurarse para no llegar tarde a clase.

"¡Rápido, tenemos que irnos!" gritó Leo, ansioso. Pero a medida que intentaban regresar, se dieron cuenta de que seguir el mismo camino no sería tan fácil. Curiosidades del parque los desviaban cada vez más.

Luna tuvo otra idea: "¿Y si seguimos el sonido de los niños que juegan? Quizás se escuche la escuela desde aquí." Sofía y Leo asintieron, y juntos comenzaron a buscar el sonido. Después de un rato, encontraron un grupo de chicos que estaban jugando a la pelota.

"¿Saben dónde queda la escuela?" preguntaron. El grupo los miró y uno de ellos respondió: "Sí, sigan este camino, los llevará directamente. Pero aquí hay un lugar hermoso, ¿por qué no se quedan a jugar un rato?"

Una vez más, Luna, Leo y Sofía se miraron indecisos.

"Tal vez un ratito no haga daño," dijo Sofía.

"Pero vamos a llegar muy tarde," se preocupó Leo.

Finalmente, decidieron quedarse un poco y jugar. Rieron y se divirtieron hasta que el juego terminó y se despidieron de sus nuevos amigos. Cuando finalmente llegaron a la escuela, el timbre sonó justo cuando entraron por la puerta.

"¡Lo logramos!" gritó Luna.

"Sí, fue una gran aventura," dijo Leo, sonriendo.

"Y lo mejor es que nos ayudamos unos a otros," concluyó Sofía.

Ese día, aprendieron lo valioso que es hacer preguntas, disfrutar del camino y trabajar en equipo. No solo llegaron a la escuela, sino que tuvieron historias y amistades que contar al finalizar la jornada. Desde entonces, cada vez que podían, elegían ir en bicicleta.

Luna, Leo y Sofía unieron sus fuerzas para que cada camino, cada aventura y cada desvío se convirtieran en momentos inolvidables. Así, aprendieron que a veces el viaje es aún más importante que el destino.

FIN.

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