El Gran Viaje al Centro de Uno Mismo
Había una vez una niña llamada Valentina, que cada vez que se dormía, emprendía un mágico viaje al interior de su propio cuerpo. Allí, los músculos, los huesos y sus pequeñas células le contaban historias asombrosas y le enseñaban cosas nuevas. Un día, mientras navegaba por su propio torrente sanguíneo, Valentina decidió que era hora de conocer a sus hemisferios cerebrales: el hemisferio izquierdo, que siempre organizaba las cosas y le encantaba resolver acertijos, y el hemisferio derecho, que era creativo, soñador y muy artístico.
Cuando llegó a su destino, Valentina se dio cuenta de que había una gran tensión entre los dos hemisferios.
"¡Soy el mejor!" - exclamó el hemisferio izquierdo, con voz firme y autoritaria. "Sin mí, Valentina nunca podría resolver problemas de matemáticas, ni organizar su agenda. Soy el que da sentido a todo!"
"¡Eso no es cierto!" - respondió el hemisferio derecho, con un aire de desprecio. "Sin mí, Valentina no podría pintar sus maravillosas obras de arte ni soñar en grande. Soy el que hace que su vida sea emocionante!"
Valentina observó cómo los hemisferios discutían sin parar, cada uno defendiendo su propia grandeza. Sin embargo, a medida que los miraba, se dio cuenta de que en su corazón sabía que ambos eran importantes, pero no podían verlo.
"Chicos, escuchen" - interrumpió Valentina "¿No se dan cuenta de que cada uno de ustedes tiene algo único para ofrecer? Lo que hacen es fundamental para que yo pueda ser quien soy. Pero si siguen así, jamás podrán trabajar juntos."
Los hemisferios se miraron con desconfianza. Cada uno estaba convencido de que su forma de ver el mundo era la única válida.
"Pero yo soy distinto al otro" - dijo el izquierdo, un poco más calmado. "¿Cómo podríamos ser amigos?"
Valentina pensó rápidamente y decidió llevar a sus hemisferios a un recorrido por su mundo interior para que pudieran ver lo que sucedía cuando trabajaban juntos. Juntos, volaron por las neuronas y llegaron a una zona mágica donde los colores y las ideas danzaban en armonía.
"Miren eso" - dijo Valentina, señalando unas burbujas que se formaban en el aire "Esa es la creatividad en acción. Sin el trabajo del hemisferio izquierdo, estas burbujas no existirían, ¡y sin el derecho, no tendríamos ideas creativas para soplarlas!"
Los hemisferios empezaron a observar de cerca, y con cada paso que daban, empezaron a colaborar, integrándose uno con otro.
"Quizás podamos intentar trabajar juntos..." - sugirió tímidamente el hemisferio izquierdo.
"Sí, podría ser divertido dejar que nuestras ideas se combinen. Podemos crear mucho más así!" - se animó el hemisferio derecho.
Valentina sonrió. Los llevó a un taller donde los pensamientos se convertían en historias, juegos y descubrimientos.
"¡Vamos a escribir un cuento juntos!" - propuso Valentina. "Ustedes aporten sus maravillas y yo los ayudo a unir todo."
Así, el hemisferio izquierdo aportó la estructura y lógica a la historia, mientras que el derecho hizo que los personajes fueran coloridos y emocionantes. Ambos trabajaron juntos como un equipo, riendo mientras daban vida a un cuento que nunca antes se había escrito.
Cuando terminó el viaje, Valentina se despertó en su cama, llena de energía y entusiasmo. Había aprendido que en la diversidad y el trabajo en equipo se encontraban las soluciones más creativas y efectivas.
Desde ese día, cada vez que se iba a dormir, Valentina no solo viajaba al interior de su cuerpo, sino que también se aseguraba de que sus hemisferios especiales recordaran la importancia de colaborar, creando cada vez más mágicos momentos juntos.
FIN.