El Gran Viaje de Astronauta Flor
Érase una vez en un rincón del universo, un pequeño planeta llamado Zambullón, lleno de colores y magia. Allí vivía una astronauta muy especial llamada Flor. Flor tenía un sombrero brillante lleno de estrellas que siempre la acompañaba en sus aventuras. Desde pequeña, soñaba con conocer otros planetas donde ¡quizás habría más flores y canciones!
Un día, mientras contemplaba el cielo estrellado, Flor decidió que era el momento de emprender un viaje.
"Quiero encontrar un planeta lleno de flores que canten", dijo con entusiasmo.
Su mejor amigo, un pequeño robot llamado Tico, la miró curioso.
"¿Flores que canten? Eso suena mágico, pero ¿cómo lo harás?"
"Voy a construir una nave espacial con todo lo que necesitamos, y así puedo buscarlo", respondió Flor.
Tico sonriendo, ayudó a Flor a recolectar materiales de su planeta: hojas brillantes, cristalitos de colores y un poco de chicle espacial. Después de varios días de trabajo, su nave estaba lista.
"¡Listo! ¡A volar!", exclamó Flor entusiasmada.
Juntos, subieron a la nave, y quien los guiaba era la estrella más brillante del cielo, que Tico había nombrado como Estelita. Con un suave zumbido, la nave despegó, dejándolos atrás un Zambullón lleno de sueños.
Mientras surcaban el espacio, conocieron distintos planetas llenos de maravillas y sorpresas. En un planeta de polvo dorado, se detuvieron a bailar con los dancines estelares:
"¡Ven a bailar!", gritaban los dancines.
Flor y Tico no pudieron resistir la tentación y se unieron, riendo y salpicando polvito dorado. Pero rápidamente, se dieron cuenta de que no estaban cerca de encontrar flores cantoras y decidieron seguir adelante en su búsqueda.
Más tarde, visitaron un planeta que estaba completamente hecho de hielo donde conocieron a los hermosos Glaciares, que les brindaron un té muy caliente, pero no había flores.
"¿A dónde más podemos ir, Flor?", preguntó Tico con un poco de tristeza.
"Aún no hemos encontrado nuestro planeta soñado, pero ¡sigamos intentándolo!", respondió Flor con aires de esperanza.
Después de muchas aventuras, en un momento de cansancio, decidieron descansar en un tranquilo asteroide. Durante la noche, mientras contemplaban el cielo, Tico susurró,
"Si las flores cantaran, ¿qué dirían?"
"Dirían que siempre hay esperanza, incluso si no encontramos lo que buscamos", respondió Flor mirando a las estrellas.
Esa noche, una lluvia de estrellas brillantes iluminó el espacio y Flor tuvo una idea.
"Quizás no necesitamos un planeta específico, quizás las flores cantoras están en todos lados, si aprendemos a escucharlas."
Ilusionados por su nueva perspectiva, decidieron regresar a Zambullón. Al llegar, Flor se dio cuenta de que en su propio jardín las flores ya estaban cantando suavemente al ritmo del viento.
"¡Escuchá!" - dijo emocionada Tico.
Las flores le contaban todo sobre el universo y cómo compartir su alegría con todos. Desde aquel día, Flor y Tico organizaron fiestas donde las flores y los amigos de Zambullón se reunían a cantar y bailar.
Y así, Astronauta Flor aprendió que no siempre hay que ir lejos para encontrar lo que se busca. A veces, la maravilla está más cerca de lo que pensamos, solo hay que abrir los ojos y los oídos para escuchar.
Esta historia nos enseña que la búsqueda y la aventura son valiosas, pero los tesoros más grandes pueden encontrarse cerca de casa, en los pequeños detalles y en la compañía de nuestros amigos.
FIN.