El Gran Viaje de Bariloche y sus Amigos
En un hermoso día soleado en la ciudad de Bariloche, donde las montañas se besan con el cielo y los lagos relucen como espejos, cuatro amigos se reunieron en la plaza principal. Eran Juan, un niño curioso; Paloma, una paloma aventurera; Pato, un pato valiente; y Limón, un perro lleno de energía.
"¿Vamos a explorar el bosque?" propuso Juan emocionado.
"¡Sí!" respondió Paloma batiendo sus alas.
"Me encanta la idea de una aventura" agregó Pato mientras chapoteaba en el agua.
"¡Recuerden llevar bocadillos!" ladró Limón mientras movía su cola.
Con sus mochilas llenas de galletas y frutas, emprendieron el camino hacia el bosque encantado. A medida que avanzaban, comenzaron a escuchar suaves susurros provenientes de los árboles.
"¿Escuchan eso?" preguntó Juan con los ojos bien abiertos.
"Son los árboles hablando entre ellos. Siempre cuentan historias de las aventuras que han vivido" explicó Paloma.
"¡Ojalá pudiéramos escuchar una!" dijo Pato con entusiasmo.
De pronto, un fuerte viento sopló y un viejo árbol, con un tronco retorcido, les habló:
"Hola, pequeños aventureros. Soy el Árbol de las Historias. Si quieren escuchar mis relatos, deben ayudarme primero. He perdido algunas hojas importantes y necesito su ayuda para encontrarlas."
"¿Qué tipo de hojas son?" preguntó Juan con curiosidad.
"Son hojas de colores brillantes que contienen las historias más mágicas. Sin ellas, no puedo contar mis cuentos" respondió el árbol, triste.
Los amigos decidieron ayudar al árbol.
"¿Dónde podemos encontrarlas?" preguntó Limón.
"En diferentes partes del bosque, pero deben ser valientes y trabajar en equipo" dijo el árbol.
Así que comenzaron la búsqueda. Limón corrió adelante, escaneando el suelo mientras Paloma volaba alto, buscando desde el aire. Juan usaba su aguda observación para identificar cualquier destello de color, y Pato no se quedaba atrás, ayudando a revolver hojas y ramas.
"¡Aquí hay una!" gritó Paloma emocionada, mientras sostenía una hoja roja brillante con su pico.
"¡La primera ya está!" exclamó Pato, chapoteando felizmente.
"¡Sigamos buscando!" animó Juan.
Después de un rato de búsqueda, encontraron dos hojas más: una amarilla y otra verde. Pero aún faltaba una. A medida que el sol comenzaba a ponerse, se sintieron un poco decaídos.
"No podemos rendirnos, amigos" dijo Limón.
"Estamos casi allí. ¡No podemos fallarle al árbol!" agregó Paloma.
Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos, se dieron cuenta de que el árbol tenía una frase en su corteza: "La última hoja vuela más alto que el sol". Todos se miraron sorprendidos.
"¡Vamos a mirar en las ramas más altas!" sugirió Juan.
Paloma se elevó hacia el cielo, mientras el resto esperaba ansioso. Después de unos momentos, Paloma volvió.
"¡La encontré!" gritó emocionada.
"Es hermosa!" exclamó Pato al ver la hoja dorada en el pico de Paloma.
Con todas las hojas en sus manos, los amigos volvieron al viejo árbol.
"Aquí están tus hojas, querido árbol" dijo Juan.
"Gracias, valientes amigos" respondió el árbol con una sonrisa. "Ahora puedo contarles las historias que tanto anhelan."
Y así, bajo la sombra del árbol, los amigos se sentaron y escucharon fascinados como el árbol les contaba leyendas sobre criaturas mágicas y bosques encantados. También aprendieron sobre la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
"Siempre que unimos nuestras fuerzas, podemos lograr cualquier cosa" dijo Limón.
"Sí, ¡y lo divertido es que podemos vivir la aventura juntos!" agregó Pato.
Cuando llegó la noche, sabían que esa sería una fantástica aventura que jamás olvidarían. Se despidieron del árbol y regresaron a casa, con corazones llenos de historias y sonrisas.
Desde ese día, cada vez que escuchaban el viento soplar entre los árboles, recordaban sus propias compañeritas y aventuras, y lo que podían lograr juntos.
FIN.