El Gran Viaje de El Óvalo y El Círculo


En un mundo donde todas las figuras geométricas vivían juntas, el óvalo se sentía diferente. Las demás figuras siempre se burlaban de él por no tener lados como los cuadrados, los triángulos y los rectángulos. El círculo, por otro lado, era admirado por su perfección y su habilidad para rodar, algo que el óvalo anhelaba.

Una mañana, el óvalo decidió dar un paseo por el vecindario. Mientras se deslizaba torpemente por el camino, escuchó unas risillas a sus espaldas. Eran las demás figuras, burlándose de su forma. El óvalo trató de ignorar sus risas, pero por dentro se sentía triste y solo.

De repente, el óvalo vio algo que lo dejó sorprendido: un círculo rodando a lo lejos. Sin dudarlo, se acercó al círculo y le pidió ayuda para aprender a rodar. El círculo, amablemente, le enseñó cómo moverse sin tropezar, y juntos comenzaron a recorrer el vecindario, divirtiéndose y disfrutando de la libertad que les brindaba el rodar.

Mientras tanto, las demás figuras observaban con envidia la felicidad del óvalo y el círculo. Querían rodar también, pero no podían. Fue entonces cuando decidieron unirse para ayudarse mutuamente. El cuadrado, el triángulo y el rectángulo se unieron formando las ruedas, el rombo se convirtió en el volante, y el pentágono y el hexágono se unieron creando el chasis. Así, juntos, se convirtieron en un hermoso auto que podía rodar.

El óvalo y el círculo se acercaron al nuevo auto y, emocionados, le agradecieron a las demás figuras por haber trabajado en equipo para lograr algo grandioso. Desde ese día, todos aprendieron a valorar las fortalezas y habilidades únicas de cada figura, comprendiendo que juntos podían lograr grandes cosas.

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