El Gran Viaje de Gato Calle



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un gato llamado Calle. Era un gato astuto, de pelaje negro y ojos amarillos que brillaban como el oro. Calle no era un gato común, ¡tenía un sueño muy especial! Quería conocer el mundo más allá de los límites del barrio.

Un día, mientras exploraba los alrededores, se encontró con su amigo, el perro Lucho. Lucho era un perro grande y amigable que siempre estaba dispuesto a ayudar a su amigo.

"Calle, ¿a dónde vas tan apresurado?" - le preguntó Lucho, meneando su cola emocionado.

"¡Voy a descubrir el mundo!" - respondió Calle con un brillo en sus ojos. "He escuchado que hay un lugar donde los árboles son más altos, el agua es más clara y los animales son más variados. ¡Quiero verlo!"

Lucho miró a Calle con una mezcla de admiración y preocupación. "Pero, Calle, el mundo es grande y a veces puede ser peligroso. ¿No crees que deberías pensarlo mejor?"

Calle se rascó la cabeza y dijo: "Lo sé, pero no puedo ignorar mi curiosidad. Además, ¡puedo contar contigo!"

Así, Lucho decidió acompañar a Calle en su aventura. Prepararon unas provisiones: un poco de comida y agua, y partieron al amanecer.

Durante su camino, se encontraron con una anciana tortuga llamada Marta. Era sabia y llevaba consigo un mapa enrollado.

"¿A dónde van, jóvenes?" - preguntó Marta, acercándose a ellos.

"¡Vamos a explorar el mundo!" - respondió Calle con entusiasmo.

"¿Han pensado en el largo viaje que les espera?" - dijo Marta con tono serio. "El mapa puede ayudarles, pero necesitarán más que solo curiosidad. Tienen que aprender a cuidar de los demás y a trabajar en equipo."

Calle se sintió dudoso, pero Lucho asintió y dijo: "Tienes razón. ¡Podemos ayudarnos mutuamente en el camino!"

Después de conseguir el mapa de Marta, Calle y Lucho siguieron su camino. Al principio todo parecía un juego, pero pronto se encontraron con un gran río. El agua corría con fuerza y no había un puente a la vista.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Calle, algo asustado.

Lucho, recordando las palabras de Marta, sugirió: "¡Construyamos una balsa!"

Juntos, encontraron ramas y hojas y, curiosamente, formaron una balsa improvisada. Con mucho trabajo en equipo, lograron cruzar el río. Cuando llegaron al otro lado, Calle se sentía entusiasmado.

Pero la aventura no terminó ahí. Al poco tiempo, se encontraron con un extenso campo lleno de flores. Allí, un pequeño pato se había perdido y estaba muy asustado.

"¡Ayuda! No encuentro a mi mamá!" - graznó el pato con miedo.

Calle y Lucho, recordando que habían prometido cuidarse mutuamente, decidieron ayudar al pato.

"No te preocupes, te ayudaremos a encontrarla!" - dijo Calle, tratando de sonar valiente.

Lucho, quien tenía un excelente sentido del olfato, tomó el liderazgo. "Síguenos, pequeño amigo. Puede que el rastro de tu mamá esté cerca del lago. Vamos juntos!"

Al llegar al lago, empezaron a buscar y, después de unos minutos, escucharon un graznido familiar.

"¡Mamá!" - gritó el pato y, corriendo, se lanzó al agua, donde su madre lo estaba buscando con ternura.

La mamá pata agradeció a Calle y Lucho con lágrimas en los ojos.

"No sé cómo podría agradecerles. Son unos verdaderos héroes" - dijo la mamá, abrazando a su pequeño pato.

"Solo hicimos lo que era correcto!" - respondió Lucho, sonriendo.

Así, Calle y Lucho continuaron su aventura, sintiendo la alegría de haber ayudado a otro. Al finalizar el día, decidieron descansar bajo un árbol.

"¿Ves? El mundo puede ser peligroso, sí, pero también está lleno de oportunidades para hacer el bien y aprender. ¡Me alegra que hayamos hecho esto juntos!" - dijo Calle, con una sonrisa brillante.

"¡Y es sólo el comienzo!" - respondió Lucho, mirando las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo.

Y así, bajo el manto de estrellas, Calle y Lucho comprendieron que a través de la curiosidad, el esfuerzo y la amistad, podían enfrentar cualquier desafío. Juntos, podían explorar no solo el mundo, sino también los corazones de quienes encontraban en el camino.

FIN.

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