El Gran Viaje de Hugo
Había una vez un niño llamado Hugo que tenía 8 años y vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Era un niño curioso, siempre con preguntas en su cabeza sobre el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras buscaba en el desván de su casa, encontró un viejo mapa. Estaba cubierto de polvo y tenía marcas extrañas.
- ¡Mirá, mamá! -gritó muy emocionado anhelando la aprobación-. ¡Encontré un mapa antiguo!
- Ese mapa debe ser muy viejo, Hugo. Ten cuidado con él -respondió su madre sonriendo, mientras se ocupaba de sus quehaceres.
Hugo con el mapa en mano decidió que su descubrimiento no podía quedarse allí, y se propuso emprender un gran viaje. Con su mochila llena de provisiones, se despidió de su mamá.
- ¡Voy a aventurarme! -anunció Hugo con una sonrisa desbordante de entusiasmo.
- ¡Cuídate y regresá pronto! -gritó su madre desde la puerta.
Hugo comenzó su travesía por el bosque que había detrás de su casa, siguiendo las marcas del misterioso mapa. Mientras caminaba, se encontró con un viejo roble, el árbol más grande que había visto en su vida. Allí, un pequeño pájaro azul lo miraba con curiosidad.
- Hola, pequeño pájaro -saludó Hugo-. ¿Sabés a dónde lleva este mapa?
El pájaro cantó suavemente y, de repente, empezó a volar hacia el este, como si lo invitara a seguirlo.
- ¡Voy a seguirte! -exclamó Hugo mientras corría detrás de él.
El pájaro lo llevó a un claro hermoso donde había un lago brillante. En la orilla del agua, vio a una tortuga que parecía estar tratando de salir del agua pero no podía, ya que llevaba un trozo de plástico en su caparazón.
- ¡Oh no! -dijo Hugo preocupado-, no puedo dejarla así.
Con mucho cuidado, se acercó a la tortuga.
- Tranquila, amiga. Te voy a ayudar -la tranquilizó, mientras intentaba quitar el plástico. Finalmente, lo logró, y la tortuga se sintió aliviada.
- ¡Gracias, humano! -dijo la tortuga, sorprendiendo a Hugo con su voz -. Eres muy valiente, me salvaste. Como muestra de agradecimiento, puedo llevarte a un lugar especial.
- ¡Wow! ¡Eso suena increíble! -respondió Hugo, entusiasmado.
La tortuga se metió al agua y le hizo una señal a Hugo para que la siguiera. Hugo entró al lago, que era más cálido de lo que esperaba, y nadó junto a la tortuga. Entonces, la tortuga lo condujo a una cueva submarina llena de piedras preciosas como nunca había visto.
- Esto es asombroso -dijo Hugo, con los ojos muy abiertos.
- Pero hay que cuidarlo. Este lugar es un secreto que solo los que tienen buen corazón pueden ver -explicó la tortuga.
Hugo comprendió la importancia de proteger la naturaleza y decidió que sería su misión transmitir este mensaje a todos en su pueblo.
- Prometo que volveré para contarles a mis amigos sobre este lugar y lo que debemos hacer para cuidarlo -afirmó con determinación.
Tras visitar la cueva, la tortuga lo llevó de regreso a la orilla y le dio una última recomendación:
- Cuida siempre de la naturaleza, y quizás un día, vuelva a abrirte las puertas de este mágico lugar.
Hugo se despidió de la tortuga y del pájaro azul, prometiendo regresar.
Al regresar a su casa, Hugo se sintió más sabio y responsable.
- ¡Mamá, volví! -anunció mientras entraba por la puerta.
- ¡Hugo! ¿Dónde estabas? -preguntó su madre, preocupada.
- Fui a un lugar increíble y conocí a una tortuga que necesitaba ayuda. ¡Te quiero contar todo! -dijo sin parar de hablar.
Y así, con el mapa guardado de nuevo en el desván, Hugo se convirtió en el defensor del medio ambiente de su pueblo, educando a otros sobre la belleza y la importancia de cuidar su hogar. Desde ese día, todos los niños del pueblo lo seguían para aprender sobre cómo preservar la naturaleza, y Hugo siempre recordaba su gran aventura y todo lo que había aprendido.
Y así, con sus amigos a su lado, el niño curioso que alguna vez fue, se transformó en un verdadero guardian de la tierra.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.