El Gran Viaje de Juan, Josefin y Lucas
Era un día soleado en la ciudad de Colores. Juan, un niño aventurero, estaba ansioso por explorar el bosque encantado que se encontraba cerca de su casa. Joséfin, su amiga llena de ideas brillantes, y Lucas, su mejor amigo siempre risueño, decidieron acompañarlo en esta emocionante aventura.
"¡Vamos a encontrar un tesoro!" - exclamó Juan, lleno de energía y entusiasmo.
Joséfin, que siempre pensaba en los detalles, respondió:
"Pero, ¿qué haremos si nos perdemos o si nos encontramos con un animal?"
"¡No te preocupes! Yo siempre tengo un mapa y un plan!" - dijo Juan, con una sonrisa confiada.
Los tres amigos se aventuraron en el bosque. Al principio todo era feliz y divertido. Jugaban a buscar flores, a saltar sobre troncos y a escuchar el canto de los pájaros. Pero pronto, se encontraron en el medio de un sendero desconocido.
"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Lucas, sintiéndose un poco asustado.
"No sé... este lugar se ve extraño" - dijo Joséfin, mirando a su alrededor con preocupación.
"¡Yo sé! Vamos por allí" - apuntó Juan, intentando parecer valiente.
Pero mientras se adentraban más, el camino se tornó más oscuro y confuso. De repente, un ruido fuerte hizo que se detuvieran en seco.
"¡Ay no! ¿Qué fue eso?" - gritó Lucas, bastante asustado.
En ese momento, Juan empezó a sentir cómo su corazón latía rápido.
"Bueno, no sé... no puedo manejar esto. Quiero volver a casa" - dijo Juan, sintiéndose abrumado.
Joséfin, viendo que sus amigos estaban asustados, recordó lo que su madre le había enseñado sobre las emociones.
"Chicos, es normal sentir miedo, pero tenemos que aprender a controlarlo. Hay que respirar hondo y pensar en lo positivo" - propuso.
Los tres amigos se sentaron en un pequeño claro, tomaron algunas respiraciones profundas y comenzaron a hablar de cosas que les hacían felices.
"Recuerden la última vez que jugamos en el parque y nos reímos tanto..." - comenzó Lucas, con una sonrisa tímida.
"¡Y cuando hicimos la fogata y contamos historias!" - agregó Juan.
"O cuando hicimos la competencia de saltos y Lucas tiró a todos con su risa" - dijo Joséfin, haciéndolos reír.
Con cada risa, el miedo se disipaba poco a poco.
"Gracias, Joséfin, no sé qué haríamos sin vos" - dijo Juan, sintiéndose más relajado.
"Sí, gracias, siempre fortalecemos nuestro ánimo en grupo" - completó Lucas.
Decidieron seguir adelante, pero esta vez más unidos. Cuando encontraron el antiguo roble, que era el objetivo de su búsqueda, se dieron cuenta de que el verdadero tesoro no era el lugar, sino los momentos compartidos y cómo lograron sobreponerse a sus miedos.
"Miren, esto es lo que encontramos" - dijo Juan, alzando una hermosa piedra brillante que brillaba con el sol.
"¡El tesoro!" - gritaron juntos, llenos de alegría.
"Sí, y también aprendimos que podemos controlar nuestras emociones juntos" - reflexionó Joséfin.
Al regreso, mientras caminaban, Lucas sonrió y dijo:
"Hoy no solo encontramos un tesoro, sino que descubrimos que nuestras emociones son como un río, a veces mansas, a veces turbulentas, pero siempre podemos navegar juntos."
Los amigos llegaron a casa, llenos de historias y risas, y sobre todo, con una gran lección sobre la importancia de entender y manejar sus emociones. Desde ese día, se hicieron un pacto: siempre hablarían sobre cómo se sentían y juntos aprenderían a domar esos ríos de emociones de la mejor manera posible.
FIN.