El Gran Viaje de la Familia Sosa



En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía la familia Sosa: los papás, Juan y Ana, y sus dos hijos, Mateo y Lila. Eran una familia muy unida y siempre se ayudaban entre sí. Un día, decidieron hacer un viaje al bosque mágico que se encontraba en las afueras del pueblo. "¡Vamos a llevar un picnic y disfrutar del día juntos!" -dijo Ana emocionada. "¡Sí!" -respondieron Mateo y Lila al unísono, saltando de alegría.

Al llegar al bosque, se sorprendieron al ver todos los colores y sonidos que lo rodeaban. "Miren esas mariposas de colores, son hermosas!" -exclamó Lila. "¡Y esos árboles parecen contar historias!" -agregó Mateo. Mientras exploraban, encontraron un lindo claro donde decidieron parar a comer.

Pero al abrir la canasta del picnic, se dieron cuenta de que faltaba el postre. "No puede ser, ¿dónde está el pastel de chocolate?" -preguntó Mateo, un poco decepcionado. "¡Lo puse en la nevera! Creo que se quedó atrás en casa" -dijo Ana.

Justo en ese momento, apareció una pequeña ardilla llamada Tico. "¿Qué les pasa? Se ven tristes!" -dijo Tico mirándolos. "Nos falta el postre!" -respondió Lila. Tico pensó por un instante y dijo: "No se preocupen, en este bosque hay un árbol de dulces a unas pocas cuadras de aquí. Puedo guiarlos."

Sus ojos brillaron de emoción. "¡Genial, Tico!" -exclamó Mateo. "Pero, ¿será seguro?" -preguntó Ana con preocupación. "¡Sí! Vengan conmigo, y si sienten miedo, sólo agárrense de la mano y no se separen" -aseguró Tico.

Comenzaron a caminar siguiendo a Tico. Por el camino se encontraron con un arroyo que debían cruzar. "¿Cómo pasamos?" -preguntó Lila, mirando las aguas cristalinas. Tico les dijo: "Sigan bien la línea de piedras, ¡es divertido!" Así que se tomaron de la mano y juntos saltaron de piedra en piedra, riendo y disfrutando del desafío.

Después de cruzar el arroyo, se encontraron con un encantador grupo de flores cantantes. "¡Hola! ¡Pueden bailar con nosotras!" -cantaron las flores. "Vamos a bailar un ratito!" -dijo Lila, mientras se soltaba de la mano de Mateo. Mateo pidió: "Esperen, no te alejes tanto. ¡Es más divertido juntos!" -y Lila volvió rápidamente.

Cuando terminaron de bailar, vieron que el sol comenzaba a ponerse. "No podemos quedarnos mucho más tiempo, debemos encontrar ese árbol antes de que anochezca!" -dijo Juan. Pero de repente, se dieron cuenta de que se habían perdido. "¡Oh no! ¿Qué haremos ahora?" -exclamó Mateo, asustado.

"Debemos mantener la calma y recordar lo que nos enseñó papá: cuando estamos juntos, no hay nada que no podamos resolver!" -dijo Lila. "¡Es cierto!" -dijo Ana, tomando a todos de la mano. En ese momento, miraron a su alrededor y vieron las luces parpadeantes de las luciérnagas. "Sigamos a las luciérnagas, seguro nos llevarán al camino de vuelta!" -sugirió Juan.

Con el corazón lleno de esperanza, comenzaron a seguir las luciérnagas que los guiaban con su luz mágica. Pasaron por el arroyo, bailaron otra vez con las flores y pronto llegaron de nuevo al claro. "¡Miren! Ahí está el árbol de dulces!" -gritó Tico.

El árbol era enorme y estaba cubierto de caramelos, gomitas y pasteles. "¡Es impresionante!" -dijo Lila. "No creo que haya un lugar mejor que éste para un picnic" -agregó Mateo. Se sentaron a disfrutar mientras Tico les ayudaba a recoger algunas delicias.

Al final del día, cuando regresaron a casa, estaban cansados pero muy felices. "¡Hoy fue un gran día!" -dijo Ana. "Sí, nos ayudamos mutuamente y nos divertimos mucho!" -dijo Lila. "Y aprendimos que cuando estamos juntos, no hay problema que no podamos resolver" -concluyó Juan.

Desde ese día, cada vez que la familia Sosa se enfrentaba a un desafío, se acordaban de su gran viaje al bosque y se tomaban de la mano, recordando que el amor y el apoyo familiar siempre les ayudarían a superar cualquier obstáculo.

FIN.

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