El Gran Viaje de la Imaginación
En un vecindario lleno de casas de colores, vivía un niño llamado Tomás. Tomás era un soñador que pasaba sus días imaginando aventuras increíbles. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa con su amiga Sofía, encontraron un viejo lápiz entre las hojas. No era un lápiz cualquiera, tenía un brillo especial.
- ¿Qué creés que podemos hacer con este lápiz? - preguntó Sofía, intrigada.
- ¡Podemos dibujar cualquier cosa que queramos! - respondió Tomás con emoción.
Así que los dos se sentaron en el suelo, y comenzaron a dibujar en un gran papel. Primeramente, Tomás dibujó una enorme manzana roja.
- ¡Mirá, una manzana gigante! - exclamó Tomás.
De repente, la manzana salió del papel, brillante y roja, y comenzó a flotar hacia el cielo.
- ¡No puedo creerlo! - dijo Sofía, con los ojos muy abiertos.
- ¡Atrápala! - gritó Tomás. Intentaron alcanzarla, pero la manzana se elevó cada vez más alto, hasta que desapareció entre las nubes.
- ¿Y si dibujamos un avión para seguirla? - sugirió Sofía, con una chispa de aventura en sus ojos.
Tomás asintió y juntos dibujaron un avión colorido. Al instante, sintieron cómo sus pies se despegaban del suelo y fueron subiendo hacia el aire, llevando el lápiz consigo.
- ¡Estamos volando! - gritó Sofía, asombrada.
- ¡Esto es increíble! - respondió Tomás, riendo con alegría.
Mientras volaban, abajo podían ver su casita, los árboles del parque, y a los vecinos que los miraban asombrados. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que estaban cada vez más lejos. La manzana los había llevado a un lugar desconocido.
- ¿Dónde estamos? - preguntó Sofía, un poco asustada.
- No lo sé, pero lo descubriremos - dijo Tomás con determinación.
Empezaron a explorar. Vieron un mundo lleno de flores que hablaban y animales que jugaban a la pelota. Se unieron a un grupo de conejos que jugaban un campeonato de fútbol.
- ¡Únense a nosotros! - los invitaron los conejos.
Tomás y Sofía se lanzaron a jugar, riendo y disfrutando del momento. Pero en medio del juego, de repente, la manzana apareció de nuevo, y esta vez era más grande que nunca.
- ¡Ya no se escapa! - dijo Tomás, corriendo tras ella.
- ¡Esperen! - gritó Sofía, tratando de seguirle el paso.
Al intentar atraparla, se dieron cuenta de que la manzana estaba sobre un enorme dibujo que se había desdibujado. Sin dudarlo, Tomás sacó el lápiz y comenzó a dibujar un camino que llevara a la manzana.
- ¡Dibuja rápido, Tomás! - lo animó Sofía.
Tomás y Sofía trabajaron juntos, dibujando un puente que conectaba sus corazones con la manzana. Cuando la terminaron, el puente brilló y se iluminó.
- ¡Cruzamos! - dijeron juntos, saltando sobre el puente de dibujos.
Al llegar a la manzana, la abrazaron y notaron que, al tocarla, todo el mundo a su alrededor también comenzó a cambiar. Las flores comenzaron a bailar, los conejos a reír y todo se llenó de colores.
- ¡Este mundo es mágico! - exclamó Sofía.
- Y nosotros somos parte de él - dijo Tomás, asombrado.
Finalmente, decidieron que era hora de regresar a casa. Dibujaron un último dibujo: una casa que los llevaría de vuelta a su vecindario. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron de nuevo en su jardín, el lápiz todavía en la mano.
- ¡Hicimos un gran viaje! - dijo Tomás, riéndose.
- Y todo gracias a nuestro lápiz mágico - respondió Sofía.
Desde aquel día, Tomás y Sofía supieron que la imaginación es más poderosa de lo que parece y que, no importa donde estén, siempre pueden crear su propio mundo. Aprendieron que la amistad y la creatividad pueden llevarlos a aventuras extraordinarias, solo con el trazo de un lápiz, un poco de alegría y muchas ganas de jugar.
FIN.