El Gran Viaje de las Emociones
Había una vez en un colorido pueblo llamado Sentilandia, donde las emociones vivían en armonía. Cada emoción tenía su propia casa y trabajaban juntas para ayudar a los habitantes del pueblo. La Alegría era brillante y siempre estaba sonriendo, el Miedo era un poco tímido pero muy valioso, la Tristeza llevaba consigo un aire de reflexión, y la Ira, aunque a veces era fiera, siempre buscaba la justicia.
Un día, durante una reunión en la plaza del pueblo, la Alegría dijo:
"¡Vamos a tener una fiesta para celebrar todas nuestras emociones!". Todos aplaudieron, especialmente la Alegría, que estaba emocionadísima.
Pero de repente, el Miedo levantó la mano y dijo:
"Pero, ¿y si no le gusta a la gente?".
La Tristeza, sentada un poco apartada, respondió:
"Tal vez no a todos les guste. Pero eso no significa que no debamos intentarlo".
La Ira, que estaba escuchando atentamente, interrumpió:
"¡Sí! Hay que mostrar lo que somos y lo que sentimos. ¡Vamos a hacerlo!".
Decidieron comenzar a preparar la fiesta, pero a medida que avanzaban, comenzaron a surgir problemas. La Alegría quería que todo fuera perfecto, pero la Tristeza sentía que no podía participar demasiado porque su estado de ánimo no era el mejor.
"No sé si voy a poder disfrutar de la fiesta", confesó la Tristeza.
La Alegría, preocupada, se acercó y le preguntó:
"¿Por qué no me lo dijiste antes?".
La Tristeza respondió,
"No quiero arruinar tu alegría. A veces siento que deberíamos ocultar ciertos sentimientos".
A medida que se acercaba la fecha de la fiesta, el Miedo comenzó a hacer sus propias conjeturas.
"¿Qué pasará si se pone a llover ese día?" se preguntó en voz alta.
La Alegría, viendo que su sueño de una celebración perfecta se desvanecía, decidió reunir a todos los sentimientos para hablar sobre lo que estaban sintiendo.
"Chicos, creo que necesitamos ser sinceros. Si todos traemos esos sentimientos adentro y no los compartimos, no podremos disfrutar juntos".
La Ira intervino con su energía característica:
"Tienen razón, somos un equipo y debemos apoyarnos unos a otros".
Fue entonces cuando decidieron organizar un pequeño encuentro antes de la fiesta para compartir lo que sentían. La alegría se transformó en risa y la tristeza en historias que resonaron en los corazones de todos. El Miedo confesó sus preocupaciones, y al final le dijeron que todos lo comprendían y que estaba bien sentir miedo.
"Lo importante es que estemos juntos, en cualquier situación", dijo la Tristeza mientras se secaba una lágrima con una sonrisa.
Llegó el día de la gran fiesta. En lugar de centrarse solo en la alegría, todos se abrieron a compartir sus emociones. La alegría se mezcló con la tristeza, la ira con el miedo y juntos crearon un ambiente lleno de comprensión y diversión.
Los habitantes de Sentilandia comenzaron a darse cuenta de que no había emociones buenas o malas, sino que cada una tenía su razón de ser.
"¡Qué lindo es compartir lo que sentimos!", exclamó la Alegría mientras todos bailaban.
Así, todos aprendieron que las emociones no tienen que ser ocultadas ni temidas, sino abrazadas. Las emociones eran colores en el lienzo de la vida, ¡y juntos podían crear una obra maestra! Y desde entonces, cada vez que alguien en Sentilandia sentía algo, lo compartía con sus amigos, ya que sabían que todos eran importantes en la comunidad.
Así fue como en Sentilandia, el Gran Viaje de las Emociones se convirtió en una hermosa tradición, donde aprender a sentir era tan poderoso como aprender a sonreír.
FIN.