El Gran Viaje de las Tres Brujitas
Era un día soleado en el pintoresco pueblo de Sorcilandia, donde vivían tres mejores amigas: Lila, la bruja del bosque; Maru, la bruja de los sueños; y Tita, la bruja del agua. Juntas, compartían risas, secretos y sueños de aventuras. Un día, decidieron que era hora de explorar el misterioso Bosque de los Susurros, un lugar lleno de magia y leyendas que siempre había despertado su curiosidad.
-Lila, ¿te acordás de las historias sobre el Árbol Cantante? -preguntó Tita, con ojos brillantes de emoción.
-Sí, dicen que si escuchás su canción, podrías descubrir un deseo -respondió Lila, imaginando lo maravillosa que sería esa experiencia.
-Vamos, entonces, ¡no hay tiempo que perder! -dijo Maru, entusiasmada mientras agitaba su varita mágica.
Las tres amigas se armaron de valor y comenzaron su aventura hacia el bosque. Cada paso que daban estaba lleno de alegría y risas, pero pronto se dieron cuenta de que el camino no era tan sencillo. Al entrar al bosque, el sol comenzó a esconderse entre los árboles y un misterioso silencio se apoderó del lugar.
-¿Escuchan eso? -susurró Tita, mirando a sus amigas.
Se detuvieron y, de repente, escucharon un suave susurro, como si las hojas fueran las que hablaban.
-Es el bosque, ¡nos está diciendo algo! -exclamó Lila emocionada.
De repente, un búho apareció volando cerca de ellas. Tenía un brillo especial en sus ojos.
-Hola, pequeñas brujitas. Si quieren encontrar el Árbol Cantante, deben responder a mi acertijo -dijo el búho sabiamente.
-¡Sí, aceptamos el desafío! -gritó Maru con entusiasmo.
-¿Cuántos ojos tiene una mariposa? -preguntó el búho con voz profunda.
Las amigas se miraron, confundidas.
-Una mariposa tiene dos ojos -dijo Tita.
-No, no. Una mariposa tiene seis partes en su cuerpo, pero sólo dos ojos -corrigió Lila, recordando algunas cosas de sus estudios.
-¡Pero no quiero fallar! -exclamó Maru, sintiéndose un poco nerviosa.
-No te preocupes, podemos adivinar. ¿Y si tratamos con los dos? -propuso Tita, inspirándose en la unión de sus ideas.
-Muy buena idea, ¡vamos a intentarlo! -dijo Lila, sintiéndose más confiada.
El búho sonrió, impresionado por la colaboración de las tres
-Bien. Decidieron unirse y adivinar. La respuesta correcta es que tiene dos ojos -dijo el búho sabio, aplaudiendo con sus alas. -Pero no se olviden que todo tiene su significado; pueden contar lo que piensan que es y eso es lo importante.
El búho, en señal de su aprobación, se hizo a un lado y apareció un camino cubierto de flores brillantes. Las amigas no podían contener su emoción.
-¡Lo logramos! ¡Vamos! -gritaron todas juntas.
Siguieron el sendero hasta que llegaron al Árbol Cantante. Era aún más impresionante de lo que habían imaginado. Sus hojas brillaban a la luz del sol y de sus ramas colgaban notas musicales.
-¡Wow! Escuchá cómo canta -dijo Maru, encantada.
Las amigas se sentaron en un tronco cercano, encantadas por la melodía mágica que llenaba el aire.
-¿Qué deseo pedirán? -preguntó Lila, sonriendo.
-Nos podríamos desear siempre aventuras juntas -sugirió Tita, pensativa.
-¡Sí! Y nunca olvidar lo que aprendimos sobre el poder de la amistad -agregó Maru con emoción.
Con sus corazones llenos de alegría, cada una cerró los ojos y pidió su deseo al Árbol Cantante. En ese preciso momento, el árbol comenzó a brillar y una suave brisa las rodeó.
-¿Pasó algo? -preguntó Lila, mientras abrían los ojos, un poco asombradas.
-Quizás nuestro deseo se hizo realidad -dijo Tita con una gran sonrisa.
De repente, el árbol comenzó a regarles pequeñas gotas de brillo. Las amigas se reían mientras brincaban, sintiendo que la magia de la amistad se volvía aún más fuerte.
-Espera, escuchen… -dijo Maru. Y en ese instante, escucharon el susurro del bosque.
-La verdadera aventura está en el corazón y en cada momento que pasamos juntas -dijo el búho, observándolas desde una rama.
-Llevaremos eso con nosotras -respondieron las tres al unísono, llenas de gratitud.
Con el corazón rebosante de felicidad, las tres chicas regresaron a Sorcilandia, llevando consigo no solo el recuerdo del árbol mágico, sino también el conocimiento de que su amistad era la verdadera magia.
Desde ese día, Lila, Maru y Tita prometieron nunca dejar de buscar nuevas aventuras, sabiendo que las mejores historias eran aquellas que vivían juntas. Y así, cada vez que recordaban el Bosque de los Susurros, sonreían y se sentían afortunadas, porque la verdadera alegría reside en compartir momentos que trascienden el tiempo. Su amistad era el mayor tesoro de todos.
FIN.