El Gran Viaje de Leon y sus Amigos



En un soleado día en la selva, los animales se reunían para explorar juntos. Leon, el rey de la selva, estaba emocionado, pero también un poco nervioso.

"¡Vamos, amigos! Hoy vamos a descubrir el otro lado del río", dijo Leon con una gran sonrisa.

"¿Del otro lado? ¡Nunca hemos ido allí!", exclamó Avestruz, quien tenía un plumaje brillante y unas grandes alas, pero aún no sabía volar muy bien.

"¡Yo estoy listo!", interrumpió Castor, entusiasta y siempre dispuesto a construir algo nuevo.

"Y no olviden a mí, Pes, el pez sabio del río", agregó desde el agua, nadando de un lado a otro.

"¡Claro! Todos seremos un gran equipo", afirmó Lagartija, quien se movía rápidamente entre las piedras.

Los amigos planearon su aventura. Cuando llegaron al río, observaron la corriente fuerte y el agua cristalina.

"Es un poco peligroso...", murmuro Avestruz mirando el agua.

"Pero somos fuertes juntos", dijo Leon, decidido.

"A veces hay que ser un poco más creativo. ¿Y si construimos un puente?", sugirió Castor.

Así que comenzaron a trabajar. Castor se encargó de buscar troncos cerca del río, mientras que Avestruz ayudaba empujando ramas, Pes daba consejos desde el agua y Lagartija se aseguraba de que todo estuviera seguro y firme.

Después de mucho esfuerzo, lograron construir un puente. Todos estaban muy felices, pero cuando Avestruz intentó cruzar, se resbaló y cayó al agua.

"¡Ayuda!", gritó Avestruz, mientras chapoteaba.

"¡Voy!", dijo Leon rápidamente, saltando al agua y sacando a Avestruz.

"Gracias, Leon. ¡Eres un gran amigo!", dijo Avestruz, todavía temblando.

Una vez en la orilla, todos se sentaron a descansar.

"Deberíamos haber revisado el puente más antes", lamentó Castor.

"No te preocupes, la aventura sigue!", dijo Pes, nadando en círculos alegres.

A medida que siguieron explorando, encontraron un hermoso campo de flores y un misterioso bosque lleno de sombras. Sin embargo, también notaron que había un árbol muy grande que cubría el paso.

"¿Cómo vamos a pasar?", se preguntó Lagartija, mirando hacia arriba.

"Podemos construir algo, pero sería mejor encontrar otra manera", sugirió Leon.

Entonces, Avestruz tuvo una idea brillante.

"¡Puedo usar mis alas para volar y ver qué hay del otro lado!", afirmó con confianza.

"¡Eso es genial, Avestruz! ¡Prueba!", animó Castor.

Avestruz se preparó, tomó un profundo respiro y comenzó a volar. Al llegar a la otra parte, pudo ver un hermoso lago. Sin embargo, también se dio cuenta de que había un camino que se perdía entre los árboles y que llevaba a una montaña.

Cuando Avestruz regresó, todos estaban ansiosos por escuchar su descubrimiento.

"¡Hay un lago impresionante del otro lado! Y también un camino a la montaña", informó Avestruz.

"¡Entonces debemos ir!", dijo Leon.

Los amigos emprendieron la marcha hacia el lago. Cuando llegaron, estaban deslumbrados. Jugaron, nadaron y se divirtieron por horas. Pero cuando se dieron cuenta, el sol comenzaba a ocultarse.

"¡Oh no! Tenemos que volver a casa antes de que oscurezca!", exclamó Lagartija.

Así que emprendieron el camino de regreso, esta vez tomando el pase de la montaña. En su camino de regreso, enfrentaron algunos desafíos más, como un camino rocoso y un arbusto espinoso. Cada vez, se ayudaban entre sí, utilizando sus habilidades.

Al llegar a la selva, estaban cansados, pero muy felices. Se reunieron para hablar de su día.

"¡Fue la mejor aventura de todas!", gritó Pes, saltando de alegría.

"Sí, y lo hicimos todo juntos", agregó Avestruz.

"Lo fundamental es que cada uno tuvo su rol, y juntos logramos superar todo", dijo Leon con su característica sabiduría.

Y así, los amigos aprendieron la importancia de la unidad, el trabajo en equipo y lo valioso de cada uno en su grupo. En la selva, nunca olvidaron aquel gran viaje que los llevó más allá del río, donde encontraron no solo un nuevo lugar, sino también un nuevo sentido de amistad.

FIN.

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