El Gran Viaje de Lía y el Pequeño Dragón
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villaverde, una niña llamada Lía que soñaba con aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, escuchó un suave susurro que provenía de detrás de unos arbustos.
- ¿Quién está ahí? - preguntó Lía, intrigada.
De repente, un pequeño dragón de color verde y brillantes escamas apareció ante ella. Su nombre era Chispita.
- ¡Hola! Soy Chispita, el dragón guardián del bosque - dijo con voz temblorosa.
- ¡Un dragón! - exclamó Lía. - No puedo creer que esto sea real. ¿Qué haces aquí, Chispita?
- He estado buscando a alguien que me ayude a recuperar mi fuego mágico. Sin él, no puedo volar ni hacer que el bosque florezca - respondió Chispita.
- ¡Yo te ayudaré! - dijo Lía sin dudar. - ¿Cómo podemos encontrarlo?
Chispita explicó que su fuego mágico fue robado por un grupo de traviesos duendes que vivían en la montaña cercana. Con valentía, Lía decidió emprender el viaje hacia la montaña con su nuevo amigo.
Al llegar a la base de la montaña, se encontraron con un río caudaloso que les bloqueaba el camino.
- Oh no, ¿y ahora cómo cruzamos? - preguntó Lía, desanimada.
- ¡Yo tengo una idea! - dijo Chispita. - Podría intentar volar, pero todavía no tengo mi fuego. ¿Y si juntas algunas ramas y hojas para hacer una balsa?
Lía se iluminó al escuchar la sugerencia y rápidamente comenzaron a recolectar materiales. En poco tiempo, construyeron una pequeña balsa que los llevó a la otra orilla.
- ¡Lo logramos, Lía! - gritó Chispita, agitando sus alas con alegría.
- Sí, pero todavía tenemos que encontrar a esos duendes - respondió Lía con determinación.
Al llegar a la cima de la montaña, se encontraron con los duendes, que estaban riendo y jugando con el fuego mágico de Chispita.
- ¡Devuélvanos el fuego! - exigió Lía con valentía.
- ¿Y si hacemos un trato? - dijo el más travieso de los duendes. - Si nos haces reír, te devolveremos el fuego.
Lía miró a Chispita, pensando rápidamente en qué hacer.
- ¿Y si les contamos chistes? - sugirió el dragón.
- ¡Sí! ¡Eso suena divertido! - Lía se sintió emocionada.
Así que comenzaron a contar chistes. Al principio, los duendes no parecían muy interesados, pero a medida que avanzaban, se fueron riendo cada vez más. Lía se dio cuenta de que lo más importante no era solo el fuego, sino también la amistad que estaban formando.
- ¡Ok, ok! ¡Basta de chistes! - dijo uno de los duendes entre risas. - ¡Aquí está tu fuego mágico!
Los duendes devolvieron el fuego a Chispita, quien se llenó de alegría y comenzó a volar alrededor de Lía.
- ¡Gracias, Lía! ¡Ahora el bosque volverá a florecer!
De repente, surgió una brillante luz que iluminó el cielo y todo el bosque a su alrededor comenzó a renacer con vida.
- ¡Mira, Lía! - exclamó Chispita. - ¡Es hermoso!
- ¡Es más hermoso gracias a nuestra amistad! - respondió con una sonrisa.
Desde ese día, Lía y Chispita se convirtieron en los mejores amigos. Juntos, exploraron el bosque y ayudaron a todos los animales que necesitaban ayuda. Lía aprendió que a veces la mejor manera de resolver un problema es trabajando juntos y que la amistad puede hacer que cualquier aventura sea aún más especial.
Y así, Lía y Chispita vivieron muchas más historias emocionantes, siempre apuntando hacia el horizonte, listos para el próximo gran viaje.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.