El Gran Viaje de Lía y Leo
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivía una curiosa niña llamada Lía, que siempre había soñado con conocer el mundo más allá de los límites de su hogar. Un día, mientras jugaba en el jardín, encontró un mapa antiguo guardado en una botella. -¡Mirá, Leo! -exclamó Lía, llamando a su hermano menor, que estaba ocupado con su trompo-. ¡Es un mapa del tesoro!
Leo, con su cabello alborotado y una sonrisa traviesa, se acercó. -¿Tesoro? ¿De verdad, Lía? -preguntó emocionado.
Lía asintió con los ojos brillantes. -Sí, dice que está escondido en el Bosque de los Susurros. ¡Vamos!
Sin pensarlo dos veces, los dos hermanos se prepararon para la aventura. Lía empacó una mochila con frutas, una linterna y un cuaderno para anotar todo lo que encontraran, mientras que Leo se llevó su trompo y una caja de caramelos.
Al llegar al Bosque de los Susurros, se sintieron pequeños entre los altos árboles que parecían contar historias al viento. -¿Crees que estaremos cerca del tesoro? -preguntó Leo, mirando a su hermana.
Lía examinó el mapa. -Aquí dice que tenemos que seguir el camino de piedras azules.
Siguieron el sendero y pronto se encontraron con un río de aguas cristalinas. -¡Mirá, Lía! -gritó Leo mientras miraba una piedra que brillaba bajo el agua-. ¿Podemos detenernos un momento?
-Está bien -respondió Lía-. Pero no olvides que tenemos que encontrar el tesoro.
Mientras Leo estaba distraído recolectando piedras brillantes, Lía notó que en la orilla había un pequeño y peculiar árbol que parecía hablar. -Hola, Lía -dijo el árbol con una voz suave-.
Lía, sorprendida, se acercó. -¿Tú... hablas?
-Sí, mi niña. Soy el Guardián del Bosque. Si querés llegar al tesoro, deberás primero ayudar a los que lo necesitan -contestó el árbol.
-¿Ayudar? ¿A quién? -preguntó Lía, intrigada.
-El río se ha secado porque la tierra necesita agua, y tengo una solución para eso, pero necesitaré de tu valentía.
Lía miró a Leo, quien seguía entusiasmado con sus piedras. -¿Qué decís, Leo? ¿Nos animamos?
Leo, algo confundido, asintió. -Pero, ¿cómo ayudamos?
-Contruiremos una presa con las piedras que tú has recolectado. Así, el agua volverá -dijo el árbol.
Lía y Leo se pusieron manos a la obra. Juntos, comenzaron a apilar las piedras en la orilla del río. Tras horas de trabajo y risas, el agua comenzó a fluir nuevamente.
-¡Lo hicimos! -gritó Leo alegremente.
El árbol sonrió. -Gracias por su esfuerzo. Ustedes han demostrado que la generosidad y la cooperación son más valiosas que un tesoro.
-¿Pero no vamos a conseguir el tesoro? -preguntó Lía, un poco decepcionada.
-Ustedes ya han encontrado el verdadero tesoro: ayudar a los demás y trabajar juntos. -dijo el árbol.
Los hermanos se miraron y sonrieron. -Tienes razón, mejor que el tesoro es ver cómo todo vuelve a la vida -dijo Lía.
-Además -agregó Leo-, me quedé con un montón de piedras brillantes. Eso también es un buen tesoro.
Con el río restaurado y el Bosque de los Susurros agradecido, Lía y Leo regresaron a Arañón, llevando consigo no solo algunas piedras brillantes sino la valiosa lección de que ayudar a otros puede ser la aventura más grande de todas.
FIN.