El Gran Viaje de Lía y sus Pequeños
Era un día soleado en la ciudad cuando Lía, una madre valiente con tres hijos pequeños: Tomi, de seis años; Sofi, de cinco; y el pequeño Lucas, de tres, decidió visitar el centro de servicios sociales. Caminaban juntos por la vereda, con el corazón un poquito apretado pero con la esperanza de que podrían recibir ayuda.
"Mamá, ¿por qué vamos a ese lugar?" - preguntó Tomi con curiosidad.
"Porque necesitamos un poquito de apoyo, cariño. Todos necesitamos ayuda en algún momento" - respondió Lía con una sonrisa amable.
Al llegar al centro, se encontraron con una sala llena de colores y sonrisas. Había voluntarios trabajando y niños jugando. Lía se sintió un poco más tranquila.
"Hola, señora. ¿En qué podemos ayudarla?" - dijo una mujer de ojos brillantes.
"Hola, vine a pedir ayuda. Ha sido difícil para mí y mis hijos, y no siempre tenemos comida o ropa adecuada" - respondió Lía, sintiendo que ese era un buen lugar.
La mujer asintió con comprensión y les dio unas bolsas llenas de ropa y comida.
"Aquí tienen, espero que les sea útil. Todos merecemos un poco de apoyo" - dijo la mujer, sonriendo mientras entregaba las bolsas.
"¡Gracias!" - exclamaron los niños al unísono, sus ojos brillando de alegría.
Lía salió del centro con sus hijos, pero algo curioso pasó. Mientras caminaban hacia casa, se encontraron con un parque lleno de gente.
"Mamá, ¡vamos a jugar un rato!" - propuso Sofi, saltando de emoción.
"Solo un poquito, pero no olvidemos que tenemos que volver a casa para organizar las cosas, ¿sí?" - respondió Lía.
Los niños jugaron al fútbol y se divirtieron tanto que olvidaron el tiempo. Pero cuando miraron el reloj, se dieron cuenta de que tenían que irse.
"Mamá, solo cinco minutos más, por favor" - suplicó Tomi.
"Está bien, pero solo cinco minutos, y después volvemos" - dijo Lía sonriendo.
Al volver, se encontraron con un nuevo reto. La puerta de su casa estaba cerrada y no había nadie en casa. Le costó a Lía explicarle a los niños que tenían que esperar.
"¿Por qué no llamamos a la señora de servicios sociales? Tal vez pueda ayudarnos" - sugirió Lucas, el más pequeño.
Lía sonrió ante la idea de su hijo, pero sabía que no era tan fácil. Sin embargo, buscó en su bolso y encontró el número de la mujer que les había ayudado.
"Hola, soy Lía, estoy en un problema. No puedo entrar a casa y mis hijos están un poco preocupados" - dijo Lía al teléfono.
"No se preocupen, voy para allá, en un momento estoy ahí" - respondió la mujer, y Lía sintió un alivio en el corazón.
En pocos minutos, la mujer llegó y con mucha amabilidad ayudó a Lía a comunicarse con su amiga, que estaba cuidando una llave de la casa por si pasaba algo. Todo se resolvió y Lía se sintió agradecida.
"Ustedes siempre están ahí para ayudarme" - dijo Lía a su nueva amiga cuando entraron a casa.
Después de un rato organizando la comida y la ropa, los niños ayudaron a Lía a sacar los platos.
"Mamá, hoy fue un gran día, ¿no?" - dijo Sofi entusiasmada.
"Sí, por supuesto. Aprendimos que siempre hay personas dispuestas a ayudar" - respondió Lía con una chispa en los ojos.
Lía se dio cuenta de que el verdadero valor estaba no solo en recibir ayuda, sino en conocer gente maravillosa que creía en la solidaridad y el amor. Desde aquel día, siempre que podían, ayudaban a otros en su barrio.
"¿Mamá, podemos hacer algo por esa señora de la tienda que parece cansada?" - preguntó Lucas.
"Claro que sí, podemos hacerle una torta y llevarle un poco de comida" - sonrió Lía. Y así, con sus corazones llenos de gratitud y amor, decidieron compartir lo que tenían.
Desde entonces, Lía y sus hijos aprendieron que la verdadera riqueza está en ayudar a los demás y que siempre, siempre es posible hacer una diferencia aunque sea pequeña.
Y así, sus días transcurrieron como si fueran un hermoso cuento, donde siempre había espacio para ayudar y ser ayudados. De ese modo, su hogar se convirtió en un lugar lleno de risas e historias que nunca olvidarían.
Fin.
FIN.