El Gran Viaje de los Alfajores



Había una vez un camión rojo muy especial que pertenecía a papá. Él lo había comprado hace muchos años y lo había arreglado con mucho amor para que pudiera llevar a su familia de viaje por todo el país.

Un día, papá decidió llevarnos a la ciudad mágica de los alfajores, un lugar lleno de fábricas donde se hacían los mejores alfajores del mundo. Estábamos emocionados porque nos encantaban los alfajores y nunca habíamos estado en esa ciudad.

Nos subimos al camión rojo y comenzamos nuestro viaje. Papá manejaba con cuidado mientras nosotros cantábamos canciones y jugábamos juegos en el asiento trasero. Después de varias horas de manejo, llegamos a la ciudad mágica de los alfajores.

La ciudad era hermosa, llena de colores brillantes y olores deliciosos. Fuimos directamente a la fábrica más grande donde se hacían los famosos Alfajores Ricos. Pero cuando llegamos allí, nos dimos cuenta de que algo estaba mal.

La máquina que hacía las galletas se había descompuesto y no funcionaba. "¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer ahora?" -pregunté preocupada. "No te preocupes" -dijo papá-.

"Voy a hablar con el dueño de la fábrica para ver si podemos ayudar". Papá fue directamente al dueño y le ofreció nuestra ayuda para reparar la máquina. El dueño aceptó felizmente nuestra oferta. Nos pusimos manos a la obra inmediatamente; todos trabajando juntos como equipo para arreglar la máquina.

Había que cambiar algunas piezas y limpiar otras, pero finalmente logramos hacerla funcionar de nuevo. "¡Lo logramos!" -gritamos todos juntos cuando la máquina comenzó a producir las deliciosas galletas.

El dueño estaba muy contento con nuestro trabajo y nos ofreció una visita guiada por la fábrica. Aprendimos mucho sobre cómo se hacen los alfajores y también recibimos algunos para probar. Después de nuestra visita, subimos al camión rojo para regresar a casa.

Todos estábamos felices y emocionados por haber ayudado en la fábrica de Alfajores Ricos. Y aunque estábamos cansados después de un día lleno de aventuras, no pudimos evitar sonreír al recordar lo bien que lo habíamos pasado en la ciudad mágica de los alfajores.

Desde ese día, aprendimos que trabajar juntos como equipo y ayudar a los demás es algo muy importante.

Y cada vez que comemos un alfajor, recordamos nuestra aventura en la ciudad mágica y cómo hicimos posible que se siguieran haciendo estas deliciosas galletas para disfrutarlas en todo el mundo.

FIN.

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