El Gran Viaje de los Cuatro Amigos
Era un brillante sábado por la mañana en el pequeño pueblo de Valle Verde. Cuatro amigos, cada uno con su propia personalidad, se encontraron cerca del lago para planificar una gran aventura.
-Daniel, con su aire serio y un poco impaciente, propuso de inmediato, "¡Vamos a escalar la montaña del viejo roble!"
Juan, que siempre llegaba a tiempo y hablaba con sinceridad, respondió, "Es una buena idea, pero tal vez deberíamos planificar un poco primero. No quiero que nos perdamos."
Stiven, siempre paciente y observador, sonrió y dijo, "Podemos llevar algunas provisiones y un mapa. Así estaremos preparados para cualquier cosa."
Andrés, que estaba muy entusiasmado por aprender, exclamó, "¡Sí, y también deberíamos llevar una brújula! Aprendí sobre eso en la escuela."
Los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Mientras organizaban sus mochilas, Daniel se impacientó un poco.
"¿Por qué tardan tanto? ¡Vamos, solo estamos llevando algunas cosas!"
Juan lo miró con seriedad, "Daniel, si nos apresuramos, podríamos olvidar algo importante. Caminemos juntos y con calma, es mejor."
Finalmente, después de un rato, estaban listos y comenzaron su aventura. Mientras caminaban hacia la montaña, se pusieron a hablar de lo que harían al llegar a la cima.
Daniel decía, "Quiero ver el paisaje desde arriba, tengo muchas ganas de llegar ya."
Stiven relajó su andar y dijo, "No te preocupes, Daniel. El camino hacia la montaña también está lleno de cosas interesantes."
Andrés, que iba muy atento a lo que pasaba a su alrededor, se dio cuenta de algo, "¡Miren, hay unas flores hermosas aquí! Nunca había visto algo así."
Juan se detuvo para admirarlas y les dijo, "Es cierto, esto sí que vale la pena. A veces, lo mejor de un viaje es lo que encontramos en el camino."
Pero Daniel seguía ansioso, "¡No podemos detenernos! ¡La cima nos espera!"
Cuando llegaron al pie de la montaña, se enfrentaron a un gran problema. Un denso arbusto bloqueaba el camino. Daniel frunció el ceño, "¡Esto es un desastre! ¡Ya perdimos tiempo!"
Juan, intentando mantener el orden, sugirió, "Tal vez podamos rodearlo. No hay necesidad de que nos pongamos nerviosos."
Stiven, siempre paciente, se acercó al arbusto y comenzó a inspeccionarlo. "Miren, podemos mover algunas ramas y tal vez abrir un espacio. Aprendamos juntos a enfrentarlo."
De repente, Andrés tuvo una idea brillante. "¡Y si hacemos un pequeño túnel! ¡Podemos usar nuestras mochilas como apoyo!"
Con gran entusiasmo, los cuatro amigos se pusieron a trabajar. Daniel, aunque todavía impaciente, vio cómo todos se ayudaban mutuamente, y eso empezaba a cambiar su humor.
Una vez que lograron pasar, Daniel se sintió aliviado pero también un poco avergonzado, "Lo siento, chicos, debí ser más paciente. El viaje ya está siendo increíble."
Los amigos sonrieron, y Juan le dio una palmadita en la espalda, "Lo importante es que aprendimos juntos. A veces, el viaje tiene más valor que llegar rápido."
Al final del día, alcanzaron la cima. Miraron hacia abajo y el paisaje era impresionante. Stiven exclamó, "¡Miren qué hermoso! No hubiera imaginado que habría tanto por ver."
Andrés, maravillado, dijo, "¡Y yo aprendí que cada uno de nosotros aporta algo a la aventura!"
Así, los cuatro amigos disfrutaron de la vista, sabiendo que lo que habían aprendido no eran solo habilidades para escalar, sino también lecciones importantes sobre la paciencia, la planificación y la amistad.
Y desde ese día, cada vez que se embarcaban en una nueva aventura, llevaban consigo no solo sus mochilas, sino sus valiosas lecciones y un lazo de amistad que los haría inseparables.
FIN.