El Gran Viaje de Nido



Era un hermoso día soleado en el bosque de Colibrí. Todos los animales estaban celebrando la llegada de la primavera. Entre ellos se encontraba Nido, un pequeño pajarito que soñaba con hacer su primer viaje.

- ¡Mamá, quiero volar lejos y conocer nuevos lugares! - exclamó Nido, moviendo sus alas con emoción.

- Es una gran idea, Nido. Pero primero debes aprender a volar bien - respondió Mamá Pájaro, alisando las plumas de su hijo.

Nido miró a los otros pájaros volar en círculos y sintió un cosquilleo en su barriguita. - ¡Voy a practicar! - gritó.

Así que todos los días, Nido se despertaba muy temprano. Miraba al cielo y practicaba su vuelo entre las ramas del bosque. Sin embargo, un día, sintió que no estaba avanzando.

- ¡Nunca podré volar tan alto como los demás! - se lamentó.

Justo en ese momento, apareció Tortuga.

- ¿Por qué tan triste, Nido? - preguntó con curiosidad.

- Quiero volar lejos, pero siento que nunca lo lograré - respondió Nido con un suspiro.

- Todos tienen su propio ritmo. ¡Mira a mí! - dijo Tortuga sonriendo. - No puedo correr rápido, pero puedo nadar muy bien. Cada uno tiene algo especial.

Nido pensó un momento. - ¿Pero cómo lo descubriste? -

- Lo aprendí de mi amiga la liebre. Ella es muy rápida, pero no puede llegar al fondo del río como yo. Todos somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos - explicó Tortuga.

Inspirado por las palabras de Tortuga, Nido decidió intentarlo de nuevo. Se subió en la rama más alta de su árbol y cerró los ojos. Imaginó lo que quería ver: montañas, ríos y prados llenos de flores.

Con un gran aleteo, se lanzó al aire. Al principio, sintió miedo, pero luego, al abrir los ojos, descubrió que estaba volando.

- ¡Mirá, Tortuga! ¡Estoy volando! - gritó Nido emocionado mientras daba vueltas en el aire.

- ¡Eso es, Nido! ¡Sigue intentándolo! - animó Tortuga desde abajo.

Nido siguió practicando y, poco a poco, se dio cuenta de que había aprendido a volar mejor de lo que había imaginado. Así que, un día, decidió hacer su gran viaje.

Se despidió de su mamá y sus amigos.

- ¡Voy a explorar el mundo! - anunció con alegría.

Y así, Nido voló más allá de los árboles, sobre montañas y ríos, contemplando todo lo que el mundo tenía para ofrecer. Descubrió campos de flores, otros animales y el infinito cielo azul.

Cuando volvió, todos lo recibieron con mucha alegría.

- ¡Contanos cómo fue! - le pidieron sus amigos.

- ¡Fue increíble! Conocí muchos lugares y aprendí que cada uno tiene su propio momento para brillar. No hay que rendirse, ¡siempre hay que seguir intentándolo! - contó Nido con una sonrisa.

Mamá Pájaro abrazó a su hijo. - Estoy muy orgullosa de vos, Nido. Recuerda que lo más importante es creer en uno mismo.

Y así, Nido aprendió que cada uno tiene su propio ritmo en la vida, y que con esfuerzo y perseverancia, se pueden alcanzar los sueños.

Desde entonces, cada vez que algún pajarito dudaba de sí mismo, Nido compartía su historia: a veces, lo único que se necesita para brillar es un poco de confianza y el deseo de aprender.

FIN.

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