El Gran Viaje de Thiago y Guadalupe



Era un soleado sábado en la ciudad, y Jesús decidió llevar a sus hijos, Thiago, de 10 años, y Guadalupe, de 6, a una jornada de aventuras.

"¡Papá, a dónde vamos hoy!" preguntó Thiago con su típica emoción.

"Hoy vamos a explorar el bosque cerca de casa, he oído que hay un lugar mágico allí donde se encuentran piedras brillantes", respondió Jesús.

Los tres se prepararon con mochilas llenas de bocadillos, agua y un mapa que Jesús había dibujado la noche anterior. Wifi y tablets quedaron en casa, porque ese día la tecnología no tendría lugar.

Al llegar al bosque, los árboles se alzaban majestuosos y el aire estaba lleno de aromas naturales.

"¡Mirá, papá!" exclamó Guadalupe mientras le señalaba un grupo de mariposas que revoloteaban alrededor de una flor.

"Son hermosas, ¿no? Cada una tiene sus propios colores y formas. Así como nosotros somos diferentes entre sí", dijo Jesús.

Thiago comenzó a enlistar las cosas que querían encontrar.

"Primero las piedras brillantes. ¡Y después un tesoro escondido!"

"¿Un tesoro? ¡Sí!" agregó Guadalupe emocionada.

Mientras caminaban, encontraron un arroyo con aguas cristalinas.

"Podemos buscar piedras en el agua", sugirió Thiago.

"Eso suena divertido, ¡vamos!" respondió Guadalupe.

Ambos niños comenzaron a recoger piedras de colores brillantes y, mientras hacían esto, encontraron una piedra que no parecía común. Era brillante y tenía formas extrañas.

"¡Papá, mirá esto!" dijo Thiago.

Jesús se acercó y observó la piedra.

"Esa es especial, tal vez nos cuente una historia. Vamos a seguir buscando para ver qué otras sorpresas nos da el bosque.

Después de un rato de búsqueda y risas, encontraron un claro donde el sol iluminaba todo y decidieron sentarse a descansar.

"¿Sabés, Thiago? A veces la felicidad está en los pequeños momentos, como estar aquí con ustedes", comentó Jesús.

"Es cierto, papá", dijo Thiago reflexionando.

"Y hoy hemos vivido un gran momento juntos", agregó Guadalupe, sonriendo.

De repente, un pequeño conejo apareció frente a ellos.

"¡Mirá, un conejo!" gritó Guadalupe.

Los niños intentaron acercarse, pero el conejo se asustó y corrió.

"No te preocupes, Gua, a veces tenemos que dejar que las criaturas de la naturaleza tengan su espacio", dijo Jesús con dulzura.

Entonces decidieron jugar a las escondidas, riendo y disfrutando de la naturaleza, hasta que Thiago se detuvo y dijo:

"¡Es hora de buscar el tesoro!"

"¿Y dónde lo encontramos?" preguntó Guadalupe.

"Según mi mapa, hay un viejo árbol en la colina que guarda secretos. Vamos!"

Al llegar al árbol, se encontraron con una caja de madera cubierta de hojas.

"No puedo creer que haya algo aquí", dijo Thiago con asombro.

Con manos temblorosas, abrieron la caja y dentro encontraron una colección de objetos: monederos antiguos, un reloj de bolsillo y un diario desgastado.

"¿Qué es todo esto?" preguntó Guadalupe curiosa.

"Creo que son tesoros de otros exploradores que vinieron antes que nosotros. Cada objeto tiene su propia historia", explicó Jesús.

"Tal vez deberíamos hacer un recorrido por los lugares donde hemos estado y crear nuestro propio diario de aventuras", sugirió Thiago.

"Esa es una gran idea, hijo!"

Al final del día, volvieron a casa con sus nuevos hallazgos y muchos recuerdos. Jesús miró a sus hijos y dijo:

"Lo más valioso no son los tesoros que encontramos, sino el tiempo que compartimos juntos. Siempre recuerden que la verdadera aventura está en disfrutar cada momento con quienes amamos."

"¡Sí, papá! Y prometo que mañana va a ser otro día de aventuras", respondió Thiago sonriendo.

"Y yo también quiero ayudar a encontrar más tesoros", añadió Guadalupe, mirando con ojos brillantes aquellos objetos llenos de historias.

Así, Thiago y Guadalupe aprendieron que cada día puede ser una aventura llena de tesoros, solo si uno sabe mirar con el corazón.

Fin.

FIN.

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