El Gran Viaje de Tobi
Tobi era un niño de diez años que vivía en un pequeño pueblo. Tenía todo lo que podía desear: una casa cómoda, juguetes, amigos y, por supuesto, comida. Pero había un problema: Tobi no quería comer. Cada vez que su mamá le preparaba un delicioso plato, él hacía una mueca de desagrado y, al final, la comida acababa en la basura.
Un día, mientras jugaba en la plaza, Tobi se encontró con un viejo árbol muy grande y frondoso. Bajo su sombra, conoció a un extraño personaje, un pequeño duende llamado Gastón. El duende, con un gorro de colores y una gran sonrisa, lo miró con curiosidad.
- ¡Hola, Tobi! - dijo Gastón. - Te he estado observando. ¿Por qué tirás tu comida?
- Porque no me gusta - respondió Tobi, cruzando los brazos. - Prefiero jugar.
- Pero hay millones de niños en el mundo que darían cualquier cosa por tener lo que tenés vos. - insistió el duende, con un aire de tristeza.
Tobi se encogió de hombros, sin comprender del todo.
- Ellos no están aquí, así que a mí no me importa. - dijo.
Gastón lo miró con seriedad. - Te voy a llevar a un viaje, Tobi, donde vas a conocer a algunos de esos niños.
Sin decir más, el duende agitó su varita mágica y, al instante, se encontraron en un lugar soleado, lleno de risas. Pero pronto, Tobi se dio cuenta de que no era un lugar como su pueblo. Era un campo abierto donde había niños que jugaban pero, en vez de comida, tenían solo un pequeño plato con un poco de arroz y unas ropas muy desgastadas.
- ¡Hola! - gritó un niño pequeño que se acercó. - ¿Quieres jugar con nosotros?
Tobi sonrió y aceptó, pero no podía dejar de pensar en la comida. Y cuando se sentó a descansar, uno de los niños se acercó con su plato.
- Aquí, tomá un poco. - le ofreció. - No tengo mucho, pero quiero compartirlo contigo.
Tobi sintió un nudo en el estómago. - ¿Por qué lo harías?
- Porque somos amigos y siempre compartimos lo que tenemos. - respondió el niño, con una amplia sonrisa.
Finalmente, un grupo de niños se reunió alrededor de Tobi, y comenzaron a contarle historias de lo que hacían cada día, de cómo se ayudaban unos a otros, y de cómo cada migaja contaba. - Algunas veces no tenemos suficiente, pero siempre encontramos la manera de jugar y ser felices - dijo una de las niñas.
El corazón de Tobi se sentía pesado. - Yo… yo tiraba mi comida. Nunca pensé en cuántos la necesitan.
- Quizás podrías ayudar. - sugirió Gastón. - Y quizás, de esta manera, aprenderías a valorar lo que tenés.
En ese instante, Tobi comprendió lo afortunado que era y la importancia de su comida.
- Quiero ayudar - dijo sinceramente.
Gastón sonrió. - Está bien, volvamos.
Cuando regresaron a su pueblo, Tobi se sintió diferente. Desesperado por hacer lo correcto, organizó una colecta de comida en su escuela. "¡No más comida en la basura!" era su lema. Junto a sus amigos recolectaron no solo comida, sino también ropa y juguetes.
- Todo lo que recolectemos, lo compartiremos con los niños que conocí en mi viaje. - dijo Tobi con determinación.
Sus compañeros lo siguieron y pronto, la noticia de la colecta se extendió por todo el pueblo. La gente comenzó a donar comida, y al final, Tobi y sus amigos lograron llenar varias cajas.
Cuando llevaron la ayuda a la fundación local, Tobi se sorprendió al ver a otros niños felices por recibir aquellos tesoros.
- ¡Gracias, chicos! - gritó una niña, con ojos brillantes. - No saben cuánto significa esto para nosotros.
Tobi sonrió, sintiéndose más feliz que nunca.
- A partir de ahora, voy a valorar cada bocado. Y siempre compartiré con los demás. - dijo Tobi a su mamá cuando regresó a casa.
Ella lo abrazó, llena de orgullo. - Estoy segura de que muchos niños apreciarán tu bondad, Tobi.
Y así, Tobi aprendió una valiosa lección: siempre hay que valorar lo que tenemos y compartirlo con quienes más lo necesitan. Y desde ese día, nunca más tiró su comida. En cambio, la utilizó para unir a la gente y hacer del mundo un lugar mejor, porque, a veces, un pequeño acto de generosidad puede cambiar la vida de alguien que lo necesita.
Y así termina la historia de Tobi, el niño que, gracias a su pequeña aventura con Gastón, aprendió el verdadero valor de compartir y de la amistad.
FIN.