El Gran Viaje de Tobías el Percherón
En un pequeño pueblo de la provincia de Mendoza, vivía un caballo percherón llamado Tobías. Su pelaje era una brillante mezcla de blanco y negro, típico de un tobiano, lo que lo hacía destacar entre los demás caballos del establo. Aunque era un caballo fuerte y robusto, Tobías se sentía un poco diferente. Mientras que los otros caballos soñaban con saltar altos obstáculos en las competencias, Tobías soñaba con algo más grande: ayudar a los demás.
Un día soleado, mientras paseaba por los campos, Tobías escuchó un llanto.
"¿Quién está ahí?" - preguntó Tobías, acercándose a un pequeño conejito que se encontraba atrapado en un arbusto.
"¡Ayuda! ¡No puedo salir!" - lloró el conejito.
Con su gran fuerza, Tobías utilizó su robusta cabeza para mover las ramas del arbusto. En un instante, el conejito fue liberado.
"¡Gracias, Tobías! Eres un héroe!" - dijo el conejito, mientras saltaba de alegría.
Tobías sonrió. "No soy un héroe, solo hice lo que cualquier amigo haría."
El conejito, llamado Pipo, quedó tan agradecido que propuso una aventura juntos.
"¿Te gustaría buscar la montaña mágica? Dicen que quien llegue a la cima encuentra un tesoro especial" - dijo Pipo, iluminado por la emoción.
"¡Claro que sí!" - respondió Tobías entusiasta. "Pero, ¿sabes el camino?"
"No exactamente, pero juntos podemos descubrirlo!" - animó Pipo.
Así que juntos comenzaron su gran viaje. A medida que se adentraban en el bosque, encontraron todo tipo de criaturas: desde pájaros que cantaban melodías alegres hasta ciervos que les guiaban con su sabiduría.
Pero no todo fue fácil. En el corazón del bosque, se encontraron con un gran río caudaloso que bloqueaba su camino.
"No podemos cruzar esto, Tobías! Es demasiado peligroso" - dijo Pipo, un poco asustado.
"No te preocupes, pequeño amigo. Con mi fuerza, puedo ayudar a que llegues al otro lado" - afirmó Tobías, decidido.
Tomó a Pipo suavemente entre sus dientes y cruzó el río, superando el peligro con valentía. Una vez al otro lado, Pipo estaba asombrado y lleno de admiración.
"¡Sos increíble, Tobías!" - exclamó el conejito.
Y así continuaron su aventura, enfrentando diversos obstáculos: un sendero empinado, una noche oscura sin luz y hasta un viejo zorro que les pedía acertijos antes de dejarles pasar. Tobías siempre encontraba la manera de ayudar a su amigo, demostrando su fuerza no solo física, sino también dentro de su corazón.
Finalmente, tras muchas peripecias, llegaron a la cima de la montaña mágica. Allí descubrieron un cofre antiguo cubierto de hiedra y con oro viejo.
"¿Qué habrá dentro?" - dijo Tobías, emocionado.
"¡Abrámoslo!" - gritó Pipo. Con un empujón de su fuerte pata, Tobías abrió el cofre. En lugar de oro, encontraron un brillante espejo.
"¿Acaso este es el tesoro?" - preguntó Pipo, confundido.
"Creo que sí, porque en él podemos ver lo que realmente importa: la valentía, la amistad y las aventuras compartidas" - contestó Tobías, mirando su reflejo junto al de Pipo.
Ambos se miraron y se dieron cuenta de que su verdadero tesoro no era el oro, sino la experiencia que habían vivido juntos. Decidieron que en lugar de quedarse con el espejo, lo llevarían de regreso al pueblo para compartirlo con todos, recordando siempre que ayudar a los demás y vivir aventuras es el verdadero legado.
Y así, Tobías y Pipo regresaron a su hogar, no solo como amigos, sino como un verdadero equipo. Cada vez que contaban la historia de su aventura, la gente del pueblo sonreía, sabiendo que el verdadero tesoro de la vida son las amistades y las historias que forjamos.
FIN.