El Gran Viaje de Tomás y los Pictogramas Mágicos
En un colorido pueblo llamado Cartón, donde todo estaba hecho de dibujos y letras, vivía un niño llamado Tomás. Tomás tenía una gran curiosidad por el mundo, pero a veces se encontraba en problemas cuando no sabía cómo expresar lo que quería o no quería hacer. Para ayudarlo, su amiga Lila, una pequeña hada de los pictogramas, decidió llevarlo en un emocionante viaje.
Una soleada mañana, Lila voló hacia Tomás con una gran sonrisa.
"¡Hola, Tomás! Hoy es un día perfecto para una aventura. ¿Te gustaría venir conmigo?"
Tomás, que estaba jugando con sus bloques de colores, miró a Lila con sus grandes ojos y movió la cabeza de un lado a otro. No estaba seguro si quería dejar su juego.
"¿No estás seguro, verdad?" –preguntó Lila con ternura–. "Vamos a usar pictogramas para decidir. ¡Mirá!"
Lila sacó una pequeña bolsa de su mochila mágica y de ella aparecieron unos brillantes pictogramas: uno decía "Sí" y otro decía —"No" .
"Este es el pictograma de Sí" –dijo Lila mostrando uno con una carita sonriente–. "Y este es el pictograma de No" –agregó enseñando el otro pictograma con una carita triste–. "Cuando quieras decir algo, solo elige uno de estos. ¡Es fácil!"
Tomás sonrió. Le encantaba el idea de poder comunicar sus decisiones. Así que lo intentó. Lila le preguntó nuevamente:
"¿Te gustaría venir conmigo a la montaña de los Pictogramas Brillantes?"
Tomás miró su juego, pensó un momento y decidió tomar el pictograma de Sí. Su corazón se llenó de emoción mientras Lila aplaudía.
"¡Perfecto! Vamos, entonces. ¡Aventuras nos esperan!"
Los amigos volaron hacia la montaña y disfrutaron del camino. Pero, mientras ascendían, Lila dijo:
"Ahora tenemos que cruzar el Puente de las Decisiones. Solo podrás cruzar si decides qué te gustaría hacer. Cada vez que lleguemos a una bifurcación, usa los pictogramas."
Tomás asintió, sintiendo que podía manejar todo esto. Cuando llegaron al puente, se encontraron con dos caminos.
"¡Mirá! Aquí tenemos el camino hacia la cueva de los Dragones de Cartón y el camino hacia el Bosque de Caramelo. ¿Cuál eliges?"
Tomás se quedó mirando pero rápidamente entendió. Miró a Lila:
"¿Puedo elegir uno de los dos?"
"¡Claro!" –Sonrió Lila.
"Entonces... ¡No quiero ir a la cueva de los dragones!"
Tomás tomó el pictograma de No y lo levantó bien alto.
"¡Muy bien! Entonces vayamos al Bosque de Caramelo!" –dijo Lila con entusiasmo.
En el bosque, todo era dulce y colorido. Sin embargo, de repente, se encontraron con un gran árbol con un letrero que decía: "¡Ayuda! Para pasar, debes ayudar a los pequeños caramelos a volver a su lugar."
"¿Qué hacemos ahora?" –preguntó Lila.
Tomás miró a su alrededor, preocupado porque no sabía si quería ayudar o no. Se sentía abrumado.
"Tal vez podríamos irnos a la cueva después de todo..."
"Pero parece que los caramelos realmente necesitan ayuda. ¿Qué tal si probamos?" –sugirió Lila.
Tomás miró el letrero otra vez. ¡Era cierto! A veces, ayudar a otros puede ser más divertido.
"Sí, vamos a ayudar a los caramelos. ¡Es una buena idea!" –dijo alzando el pictograma de Sí.
Así que los dos se pusieron a trabajar. Juntos, levantaron caramelos y los colocaron en sus lugares, creando un festín colorido. Al final, el árbol los felicitó.
"¡Gracias, amigos! ¡Ahora pueden pasar y disfrutar del Reino de los Dulces!"
Tomás se sintió feliz, no solo porque habían ayudado, sino porque había aprendido a usar sus pictogramas de una manera divertida.
"Hoy fue un gran día, Lila. ¡Gracias por llevarme en esta aventura!"
"Tú lo hiciste, Tomás. Usaste tus pictogramas para decidir y eso nos llevó a un momento especial. ¡Siempre puedes decir lo que necesitas!"
Los dos amigos regresaron a casa, ansiosos por compartir sus aventuras y usar sus pictogramas mágicos para seguir explorando el mundo, siempre en busca de nuevas formas de decir Sí o No. Y así, Tomás aprendió a comunicar sus deseos y a disfrutar de cada momento, viviendo aventuras que nunca olvidaría.
FIN.