El Gran Viaje de Tuka y su Tribu



En un rincón del mundo, hace miles de años, existía una pequeña tribu que vivía en la serenidad de una cueva en las laderas de una montaña. En esta tribu, había un joven llamado Tuka, conocido entre todos por su curiosidad insaciable y su espíritu aventurero.

Una mañana soleada, mientras los miembros de la tribu recolectaban bayas y pescaban en el río, Tuka se sentó junto a la hoguera y miró hacia las grandes montañas que rodeaban su hogar. Los mayores siempre le contaban historias de los secretos que guardaban esos picos y de los misterios del más allá. Entonces, decidió que era hora de descubrirlo.

-Tuka, no vayas tan lejos, te podrías perder.- le dijo su amiga Lila, mientras recogía flores para hacer coronas.

-No te preocupes, Lila. Volveré antes de la luna llena. ¡Quiero ver el lugar donde el sol se despide! - respondió Tuka con una gran sonrisa, mientras tomaba su lanza y una pequeña mochila con frutas.

Sin pensarlo dos veces, Tuka se adentró en el bosque. A cada paso que daba, las luces del sol se filtraban entre los árboles, formando un espectáculo mágico. Sin embargo, a medida que se alejaba más de su hogar, el bosque se tornaba más espeso y misterioso

Después de caminar durante horas, Tuka llegó a un enorme valle. Este lugar era diferente a todo lo que había visto; había animales que nunca había conocido, como un gran pájaro de colores brillantes y una familia de mamuts juguetones que correteaban entre los arbustos.

-¡Wow! ¿Qué lugar es este? -exclamó Tuka, maravillado.

Mientras exploraba, Tuka se encontró con una piedra enorme con dibujos tallados en ella. Eran figuras de personas, animales y varios símbolos extraños. Cada símbolo parecía contar una historia.

-¡Increíble! Esto debe ser una historia de nuestros ancestros.- murmuró para sí mismo. Mientras tocaba la roca, una pequeña marmota apareció a su lado.

-¿Tú eres un explorador? -preguntó la marmota, con voz temblorosa.

-Sí, estoy buscando el lugar donde el sol se va a dormir. ¿Sabes dónde queda? -preguntó Tuka emocionado.

-Está al otro lado de la montaña. Pero, ten cuidado, el camino es un poco difícil y hay que escalar. -advirtió la marmota.

Con el consejo de su nuevo amigo, Tuka continuó su viaje. Sin embargo, ya al empezar a escalar, Tuka se encontró con un problema. Una roca se resbaló bajo sus pies y él cayó rodando hasta un claro.

Respirando hondo, Tuka levantó la vista y vio un bello arcoíris en el cielo, pero no solo eso; también vislumbró una enorme cascada.

-¡Increíble! Esto vale la pena. -se dijo, sintiéndose afortunado por su caída.

Mientras descansaba a la sombra de un gran árbol, Tuka reflexionó sobre su viaje.

-Pido disculpas a mis amigos por haberme alejado tanto, pero también he aprendido algo importante: a veces, los caminos más difíciles resultan en las vistas más hermosas. -pensó Tuka.

Después de un rato, Tuka decidió que era hora de regresar. Con mucha alegría y carga de historias nuevas, decidió que contaría todo a su tribu, sobre lo que había visto y aprendido.

Al llegar a su hogar, la tribu ya le estaba esperando ansiosamente.

-¡Tuka, volvés! -gritaron sus amigos, abrazándolo.

-¡No sabés lo que vi! ¡Hay un mundo gigante ahí afuera, lleno de colores, historias y maravillas! , -exclamó Tuka con entusiasmo, compartiendo cada detalle de su aventura, especialmente el aprendizaje que había tenido sobre la importancia de la curiosidad y de descubrir el mundo con cuidado.

Desde ese día, Tuka se convirtió en un gran narrador. Cada noche, bajo las estrellas, reunía a todos para contarles sus historias de aventura, y así, la tribu aprendió que el mundo era mucho más grande de lo que podían ver desde la entrada de su cueva.

Y así, Tuka siempre recordaría que no solo se trataba de llegar a destinos lejanos, sino de disfrutar cada paso del camino y compartirlo con quienes amamos.

Con el paso del tiempo, nunca dejaron de explorar, creciendo juntos, uniendo historias con cada aventura que vivieron en la belleza del mundo prehistórico.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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