El Gran Viaje Emocional de Lula, Mish y Lila
Era un día soleado en el pueblo de Colorín, donde tres amigas, Lula, Mish y Lila, se reunieron en su lugar favorito: un frondoso árbol con hojas brillantes.
- ¡Hola, amigas! - gritó Lula, una pequeña ardilla llena de energía.
- ¡Hola, Lula! - respondieron Mish, el alegre gato, y Lila, la sabia tortuga.
Un día, decidieron emprender un gran viaje a la Montaña de las Emociones. Se decía que esa montaña tenía el poder de que cada uno pudiera conocer e interpretar sus sentimientos de una manera mágica.
Mientras caminaban por el sendero, comenzaron a hablar sobre las emociones.
- A veces me siento tan feliz que quiero brincar y jugar - dijo Mish, moviendo su cola.
- Eso es hermoso, Mish. La felicidad es una emoción maravillosa, - respondió Lila con su voz tranquila.
- A mí me da miedo a veces, como cuando hay tormentas o ruidos extraños - confesó Lula, encogiendo un poco su cola.
Los amigos siguieron caminando, compartiendo sus emociones, cuando de repente llegaron al pie de la montaña. Allí encontraron tres caminos diferente.
- ¡Miren! - dijo Lila. - Cada camino representa una emoción distinta. ¿Cuál elegimos?
Mish saltó emocionado.
- ¡Yo quiero el camino de la felicidad! - dijo.
- Buena idea, Mishi, pero quizás deberíamos conocer todas las emociones - sugirió Lula.
- Tienes razón, Lula. Podemos ir por los tres caminos - propuso Lila.
Así, decidieron empezar con el camino de la tristeza.
Mientras caminaban, el cielo se nubló, y el ambiente se tornó sombrío.
- ¡Oh no! - exclamó Mish. - Esto no es divertido.
- Es normal sentir tristeza, - explicó Lila. - Todos en algún momento nos sentimos así. Lo importante es recordar que después de la tristeza, siempre llega la alegría.
De repente, empezaron a escuchar un suave canto. Era un pequeño pájaro que cantaba mientras lloraba.
- ¿Por qué lloras? - preguntó Lula, preocupada.
- A veces me siento solo, - dijo el pájaro - pero cuando canto, me siento un poquito mejor.
- La música puede ayudar a expresar lo que sentimos - reflexionó Lila al ver que el pajarito sonreía mientras cantaba.
Luego de atravesar el camino de la tristeza, llegaron al camino de la ira. El sendero estaba lleno de piedras y espinas.
- ¡Ay! ¡Esto duele! - gritó Mish al pisar una espina.
- La ira a veces puede doler - dijo Lila. - Pero es importante aprender a canalizar esa emoción para no dejar que nos lastime.
Mientras discutían, se encontraron con un zorro que estaba frustrado porque no podía alcanzar una manzana en un árbol alto.
- ¿Por qué estás enojado? - preguntó Lula.
- Porque siempre veo otras criaturas disfrutar de las manzanas y yo no puedo - respondió el zorro, frunciendo el ceño.
- ¿Y si intentás trabajar en equipo? - sugirió Lula.
- Tal vez puedo pedirles ayuda a otros - dijo el zorro, sonriendo.
Los amigos continuaron su camino, entendiendo que la ira podía transformarse en acción positiva si se sabía manejar.
Finalmente, llegaron al camino de la felicidad. Allí todo brillaba y el aroma de flores los envolvía.
- ¡Esto es hermoso! - exclamó Mish, jugando entre las flores.
- La felicidad puede ser tan sencilla, como disfrutar de este momento - dijo Lila sonriente.
- O incluso al compartirlo con amigos - agregó Lula, abrazando a sus amigas.
En medio de la alegría, escucharon una voz. Era la montaña, que les dijo:
- Amigos, cada emoción es importante y tiene su lugar. La tristeza, la ira, la alegría... son parte de ustedes. Aprendan a entenderlas, y serán capaces de vivir plenamente.
Cuando las tres amigas regresaron a su hogar, comprendieron que cada emoción que habían experimentado en su viaje las hacía más fuertes y más unidas. Sabían que, aunque hay días difíciles, siempre podías encontrar la luz en la amistad.
Desde entonces, cada vez que una de ellas sentía una emoción intensa, se reunían bajo el árbol, compartían sus sentimientos y recordaban el gran viaje a la Montaña de las Emociones. Así, aprendieron a vivir con alegría, entendiendo la tristeza y enfrentando la ira, siempre juntas, como verdaderas amigas.
FIN.