El Grandioso Primer Lugar de Sofía
Era un cálido día de primavera en la ciudad de Buenos Aires y todos los alumnos de 1er grado estaban emocionados por la entrega de premios del concurso de cuentos organizado por la escuela. Sofía, una niña de siete años con grandes sueños, había estado trabajando muy duro en su historia sobre un dragón que quería aprender a volar.
A medida que se acercaba la hora de la ceremonia, Sofía se sentía un poco nerviosa. Ella había leido su cuento en voz alta a su mamá y, aunque le había gustado mucho, no sabía si le gustaría a los demás.
Después de varios aplausos y premios entregados, la directora, la señora González, anunció:
"Y el primer lugar de 1er grado es para... ¡Sofía Pérez!"
Las palmas resonaron en el salón y Sofía no podía creerlo. Se levantó de su asiento, un poco confundida, pero muy feliz. Caminó hacia el escenario mientras sus compañeros la animaban con gritos de: "¡Vamos, Sofía! ¡Sos la mejor!"
Cuando llegó al micrófono, la señora González le sonrió y le dijo:
"¿Te gustaría compartir con nosotros un poquito de tu cuento, Sofía?"
"Sí, por supuesto!" respondió Sofía con una gran sonrisa.
Entonces, comenzó a relatar su historia:
"Érase una vez un dragón llamado Drago que soñaba con volar alto entre las nubes. Pero había un problema: no sabía cómo hacerlo. Entonces, decidió pedir ayuda a sus amigos: el pájaro Pioli y la tortuga Tula."
Los compañeros escuchaban atentamente, completamente absortos en la narración de Sofía.
Al terminar su relato, la sala estalló en aplausos. La directora se acercó y le dijo:
"Sofía, ¡has descubierto algo importante! Cuando necesitamos ayuda, es bueno contar con amigos."
Sofía sonrió, pero había algo más que quería compartir. En ese momento, levantó la mano y dejó caer su voz un poco más seria:
"Señora González, en mi cuento al final el dragón cae de una nube y se da cuenta de que puede aprender a volar si practica, solo necesita paciencia y dedicación. Yo aprendí que también tengo que ser paciente cuando hago mis tareas."
La directora asintió con orgullo y dijo:
"Eso es muy valioso, Sofía. La práctica y la dedicación son esenciales para aprender cualquier cosa."
Al finalizar la ceremonia, todos se acercaron a felicitarla. Sus amigos le dijeron:
"¡Genial tu cuento! ¿Cómo hiciste para que fuera tan divertido?"
Sofía pensó por un momento y respondió:
"Solo dejé que mi imaginación volara. Todos podemos ser creativos si creemos en nosotros mismos y practicamos."
Sus palabras resonaron en el corazón de sus compañeros, haciéndolos sentir que también podían escribir grandes historias. Durante los días siguientes, muchos niños empezaron a escribir sus propios cuentos, inspirados por la valentía de Sofía.
Incluso la señora González decidió armar un concurso mensual de cuentos, para que todos tuvieran la oportunidad de expresarse y ser escuchados.
Días después, Sofía identificó que había un nuevo grupo de escritores en su clase. Comenzó a ayudarlos, organizando reuniones en el parque de la plaza.
"Podemos ayudarnos a mejorar nuestras historias y aprender juntos!" les decía.
Con el apoyo de la señora González, Sofía se convirtió en un pequeño faro de luz y motivación para sus compañeros. Todos entendieron que el éxito no solo se mide por los premios que uno recibe, sino también por la capacidad de inspirar a los demás.
Y así, a través de un simple cuento, Sofía logró crear un lazo especial entre sus amigos, donde la creatividad y la imaginación nunca volaron tan alto como ese día.
Y aunque el tiempo pasó, cada primero de noviembre, al llegar la primavera, los alumnos se reunían en la escuela para recordar cómo un cuento sobre un dragón les mostró que todos podían volar.
Desde entonces, Sofía jamás dejó de escribir y nunca olvidó la valiosa lección que le enseñó su dragón: Todo se logra con práctica, paciencia, y sobre todo, con amigos a tu lado.
FIN.