El Granjero Valiente y los Zombies Traviesos
Había una vez un granjero llamado Don Pedro que vivía en un pueblito rodeado de campos verdes y animales felices. Don Pedro era un hombre amable y siempre cuidaba de su granja con mucho cariño. Pero un día, algo extraño ocurrió: unos zombies traviesos empezaron a molestar a los animales y a causar alboroto en la granja.
Un amanecer, mientras Don Pedro ordeñaba a su vaca Mirta, escuchó un ruido raro.
"¡Ay, Mirta! ¿Escuchaste eso?" - dijo con voz temblorosa.
Cuando miró hacia el campo, se dio cuenta de que un grupo de zombies estaba bailando en medio de los cultivos. Eran zombis de colores brillantes, con ojos que parecían luces de Navidad.
"¡Eh! ¡Dejen de bailar! Están pisando mis zanahorias!" - gritó Don Pedro, tratando de ahuyentarlos.
Los zombies, en lugar de asustarse, se pusieron a reír y continuaron bailando. Don Pedro pensó que debían tener un propósito, así que decidió acercarse a ellos.
Al llegar, uno de los zombies, que tenía un sombrero de paja, le dijo:
"¡Hola, Don Pedro! Nos llamamos Zombis Alegres y venimos a jugar. ¡No queremos hacerte daño!"
Don Pedro, sorprendido, decidió escucharlos.
"Pero, ¿por qué son traviesos y hacen lío en mi granja?"
"Porque estamos aburridos. En nuestra tierra no hay animales ni cultivos. Solo hay niebla y silencio. Queríamos conocer la diversión que hay en tu granja y quizás aprender algo de ti" - respondió el zombie con el sombrero.
Don Pedro vio la oportunidad de convertirlos en amigos.
"¿Y si les enseño a cuidar de los animales y a cultivar? Si ayudan, pueden quedarse aquí y ser parte de nuestra granja"
Los zombies brincaron de alegría.
"¡Sí, sí, sí!" - gritaron al unísono.
Así que Don Pedro les enseñó a cuidar de los animales. Les mostró cómo dar de comer a las gallinas, cómo ordeñar a las vacas y hasta a sembrar semillas. Con el tiempo, los zombies aprendieron y comenzaron a ayudar, e incluso a hacer algunos trabajos divertidos, como decorar la granja con calabazas en vez de hacer lío.
Un día, mientras todos estaban trabajando, llegó un grupo de agricultores del pueblo que pensaban que los zombies eran peligrosos. Ellos llevaban palas y antorchas, dispuestos a ahuyentar a los monstruos. Don Pedro, al verlos, se preocupó.
"¡Espera! No son malos. Han aprendido a amar esta granja como nosotros." - gritó Don Pedro con todas sus fuerzas.
Los agricultores se detuvieron, confundidos.
"¿De verdad?" - preguntó uno, sosteniendo su pala.
"¡Sí! Han estado ayudando a cuidar de los animales y a sembrar. ¡Miren cómo han cambiado!" - explicó Don Pedro.
Los agricultores miraron y vieron a los zombies cuidar de las vacas y sembrar hortalizas con gran dedicación. Los zombies sonrieron, mostrando su mejor faceta, y los agricultores se dieron cuenta de que no había razón para tener miedo.
"¿Entonces podemos jugar también?" - preguntó uno de los agricultores, sonriendo.
Don Pedro les propuso un trato:
"Si ustedes nos enseñan juegos de su tierra, nosotros les enseñamos a cuidar de los animales y las plantas. ¡Así todos seremos amigos!" - dijo entusiasmado.
Los agricultores y los zombies comenzaron a jugar juntos, y pronto la granja se llenó de risas, música y el clima más divertido que había tenido.
Con el tiempo, Don Pedro, los zombies allegados y los agricultores se convirtieron en un gran equipo. Comprendieron que aunque fueran diferentes, podían aprender unos de otros.
Así, la granja no solo se convirtió en un lugar de trabajo, sino también en un espacio donde cada uno podía ser quien era, llenando el campo de alegría y amistad. Don Pedro nunca olvidó cómo, de un grupo de zombies traviesos, había surgido una gran amistad y algo que jamás pudo haber imaginado. A partir de ese día, siempre habrá un lugar para los que quieran aprender y jugar en la granja de Don Pedro.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.