El Grifo y la Búsqueda del Sentido



En la antigua Grecia, en lo alto de una montaña dorada, vivía un grifo llamado Argos. Tenía un cuerpo fuerte de león y majestuosas alas que brillaban como el sol. Sin embargo, Argos no era solo conocido por su apariencia, sino también por su curiosidad insaciable. Un día, mientras volaba por los campos de flores, se encontró con un espíritu bueno llamado Lira, que desprendía una luz suave y cálida.

"Hola, Argos. ¿Por qué vuelas tan bajo?" - preguntó Lira con una dulce sonrisa.

"Busco el sentido de la vida, Lira. Quiero entender por qué estoy aquí, en este hermoso mundo" - respondió Argos, batallando con su desasosiego.

Lira lo miró pensativa y le dijo: "El sentido de la vida no se encuentra solo en el cielo, también está en las cosas simples de la tierra. Muchas veces, valoramos lo que no tenemos y olvidamos lo que ya poseemos. Acompáñame, yo te mostraré."

Intrigado, Argos aceptó la invitación de Lira. Juntos emprendieron un viaje a través de campos y bosques. Mientras volaban, se encontraron con una hermosa aldea donde los niños jugaban felices.

"Mirá cómo disfrutan de las pequeñas cosas, Argos. Su alegría es su mayor tesoro" - comentó Lira.

"¿Qué eso puede enseñarme?" - preguntó Argos, algo escéptico.

Pero justo en ese momento, un demonio llamado Groth apareció de entre las sombras, desafiando la paz del lugar.

"¿Qué buscan estos dos? El sentido de la vida no se encuentra aquí. Solo en el poder y la riqueza está la verdadera gloria" - dijo Groth con una risa burlesca.

"Eso no es cierto, Groth. La felicidad no viene de lo que poseemos, sino de lo que valoramos" - respondió Lira con firmeza.

Groth decidió demostrar su punto. Con un gesto, hizo que el oro y las joyas empezaran a caer del cielo.

"¡Miren! ¡Lo que les traigo es mucho más valioso en calidad que su felicidad!" - exclamó Groth.

Los aldeanos, asombrados por la lluvia de riquezas, comenzaron a distraerse y pelear por lo que caía del cielo. Argos lo vio y se preocupó por cómo había cambiado la atmósfera alegre en un abrir y cerrar de ojos.

"Lira, esto no está bien. Estaban felices y ahora están angustiados por lo que no tienen" - dijo Argos angustiado.

"Exactamente. Esa es la trampa de Groth. Cuando sentimos que lo que damos no es suficiente, perdemos de vista lo verdaderamente importante" - respondió Lira.

Argos decidió actuar. Batió sus alas con fuerza y voló hacia el demonio.

"¡Groth! ¿Por qué intentás hurtar su paz? No necesitas derribar sus sonrisas para demostrar tu poder. ¡Vuelve a la oscuridad de donde viniste!" - rugió el grifo.

Groth se rió despectivamente. "¿Y qué harás tú?" - desafió.

Argos, apretando los dientes, tomó valor y con un fuerte aullido, se enfrentó al demonio. En ese instante, Lira lo rodeó con su luz cálida. Juntos formaron un halo de paz que atravesó toda la aldea.

Groth, sintiendo la fuerza de su unión, retrocedió. "Quizás no sea esta la batalla que quiero pelear... ¡Hasta la próxima!" - y desapareció en la oscuridad.

Los aldeanos, aún aturdidos, miraron a Argos y Lira con gratitud.

"Gracias, gracias, grifo. Nos trajiste de vuelta a la realidad. No supimos valorar lo que ya teníamos" - dijeron los niños.

Argos sonrió. "Ahora entiendo, amigos. La búsqueda del sentido de la vida no termina en tener más, sino en apreciar lo que ya somos y lo que tenemos. ¡Eso es lo que nos hace verdaderamente ricos!"

Lira asintió con aprobación y ambos empezaron a volar hacia el horizonte, dejando detrás un rastro de felicidad y valor por las cosas simples.

Y así, Argos, el grifo, aprendió una de las lecciones más valiosas: la felicidad reside no en lo que no tenemos, sino en apreciar y valorar esas pequeñas cosas que nos rodean.

Desde esa vez, los habitantes de la aldea vivieron en paz, recordando siempre que, aunque pueden ser tentados por las riquezas, el verdadero tesoro es la alegría compartida.

FIN.

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