El Grinch y el Bosque de Chiloé
En un lugar muy lejano, en una isla de ensueño,
desde el cielo hasta el mar, todo era un pequeño sueño.
Chiloé lo llamaban, con su flora y fauna tan bella,
y todos estaban contentos, hasta que llegó la estrella.
Había un ser curioso, un Grinch de color verde,
que con su corazón grande, siempre decía: - ¡Qué horrible es!
Por el ruido, por la basura, por la falta de cuidado,
el Grinch no sabía que en su interior estaba el amor dormido.
Un día, el Grinch decidió que ya no aguantaría más,
y tomando su sombrero, se fue a un rincón muy fugaz.
- ¡Voy a enseñarles! – gritó mientras caminaba,
- ¡A ver si entienden que la naturaleza está en llamas!
En su camino, encontró a un zorro encantador,
que entre risas y juegos, le dijo con fervor:
- Hola Grinch, ¿por qué estás tan amargo y triste?
La naturaleza en Chiloé es un regalo que persiste.
El Grinch no comprendía, su mente estaba nublada,
y el zorro, con su encanto, dijo: - ¡Vamos, no estás tan mal!
Mira los árboles, las aves, la vida que danza,
y con cada hoja verde, hay un poco de esperanza.
Así, el Grinch se aventuró junto a su nuevo amigo,
y descubrió el bosque, lleno de vida, tan rico.
- ¿Ves a ese pudú? - dijo el zorro con alegría,
- Es un ciervito pequeño, ¡protejámoslo cada día!
Pero el Grinch, aún cauto y muy desconfiado,
escuchó el ruido de una hoja, ¡qué susto, había gritado!
- ¡Eso no es un ruido de paz! – exclamó con temor,
- ¿Y si hay peligro? ¿Y si hay un invasor?
Entonces, el zorro sonrió y le respondió,
- La naturaleza canta, y en su canto vive el amor.
Las olas, las aves, el viento en el mar,
y todo lo que sientes, son pruebas de hogar.
Los dos amigos siguieron, y vieron una flor,
una que brillaba con un color resplandor.
- Esto es lo que necesitamos proteger, dijo el Grinch,
este paraíso en Chiloé, tan bello como un pinche.
Juntos decidieron que no podrían descansar,
y con manos a la obra, ¡los árboles iban a abrazar!
El Grinch se dio cuenta, su corazón se multiplicó,
y en su pecho una chispa de amor floreció.
Al amanecer, todo Chiloé se iluminó,
y el Grinch, que antes gruñía, ahora ¡sonreía!
Los habitantes de la isla, viendo su transformación,
se unieron a su causa, ¡una gran celebración!
Aprendieron que cuidar la tierra era cosa de todos,
y que cada árbol, cada bicho, tenía su modo.
Así, al final, el Grinch transformó su vida,
y el bosque de Chiloé fue su nueva partida.
Y antes de partir, miró a los niños con fe,
- ¿Qué aprendieron hoy sobre el árbol y el mar, eh?
Los niños, emocionados, alzaron la voz,
- Aprendimos a cuidar nuestra tierra, ¡sí, somos todos vos!
La fauna y la flora son tesoros que debemos amar,
y en este bello Chiloé queremos siempre cuidar.
FIN.