El Grinch y la Canción de la Navidad



Era una mañana fría en el pueblo de Villa Navidad. La nieve cubría todo, y los sonidos de risas y villancicos llenaban el aire. Sin embargo, en la cima de la montaña, el Grinch, un ser verde y gruñón, miraba con fastidio el bullicio desde su cueva. - ¡Qué insoportables son esos festejos! - murmuró para sí mismo. - La Navidad no es más que un montón de ruido y superficialidades.

Los duendes, que vivían en el taller de juguetes del pueblo, se dieron cuenta de que el Grinch no solo despreciaba la Navidad, sino que también se sentía muy solo. Después de una reunión, el jefe de los duendes, Pepito, propuso un plan.

- ¡Tengamos una misión! - exclamó Pepito, con sus ojos brillando de emoción. - Convenceremos al Grinch de que la Navidad es hermosa, ¡a través de la música!

Así, los duendes se prepararon para su incursión en la montaña. Esa misma noche, se subieron a un trineo y se acercaron a la cueva del Grinch. Cuando llegaron, comenzaron a cantar una melodía alegre:

"En esta noche fría y clara,

la alegría nunca se acaba.

La Navidad nos une a todos,

con abrazos y regalos nuevos..."

Los gritos alegres de los duendes resonaron en la cueva, pero el Grinch no se dejó convencer. - ¡Bah! ¡Qué melodía tan inútil! - dijo, tapándose los oídos. - No me importa lo que digan, la Navidad es un desastre.

Pero los duendes no se dieron por vencidos. Cada noche, durante una semana, volvían a cantar desde la montaña. Y cada noche el Grinch se hacía un poco más curioso. Un día, mientras espiaba a los duendes, escuchó una canción diferente:

"La Navidad es compartir,

hacer sonreír,

es el tiempo de estar con amigos,

y nunca olvidarnos de los niños..."

El Grinch sintió un pequeño tirón en su corazón. - ¿Compartir? - se preguntó. - Eso no suena tan mal...

El fin de semana siguiente los duendes decidieron organizar una gran fiesta de Navidad, y dejaron una invitación especial para el Grinch. Pepito se armó de valor y le dijo:

- - Grinch, hemos hecho una fiesta para todos en Villa Navidad. Nos encantaría que vinieras a disfrutar y escuchar más canciones. ¡Tal vez puedas cambiar de opinión!

El Grinch, aunque escéptico, sintió una chispa de curiosidad. - Bueno, quizás solo me pase a ver qué hacen esos locos. - Resolvió. Al final, decidió asistir.

La noche de la fiesta estaba iluminada con luces de colores y decoraciones brillantes. Los duendes estaban felices y comenzaron a tocar sus instrumentos, llenando el aire con armonías.

- - Mirá, Grinch. Esto es lo que hacemos, celebramos juntos. ¡Cantemos! - animó Pepito mientras le extendía un sombrero de fiesta.

Al principio, el Grinch se mantuvo alejado, pero luego, un par de duendes comenzaron a bailar, invitándolo a unirse. - ¡Vamos, Grinch! - gritaron.

Finalmente, se adentró entre la multitud. Con cada canción, cada sonrisa y cada abrazo de los duendes, el Grinch se sentía un poco más ligero.

Cuando los duendes entonaron la siguiente canción, el Grinch no pudo resistir y empezó a cantar, aún sin darse cuenta:

"Cuando damos un poco de amor,

el corazón se llena de calor..."

Al día siguiente, el Grinch estaba despierto tempranísimo, con la alegría del día anterior aún en su corazón. Pensó en todo lo que había vivido y decidió hacer algo diferente. - ¿Qué pasaría si traigo algo de alegría a mi cueva? - se dijo a sí mismo.

Con un gran lazo rojo, el Grinch empezó a bajar a Villa Navidad, donde todo el mundo se estaba preparando para el día de Navidad. Lo primero que hizo fue ayudar a los niños a decorar el árbol de Navidad que estaba en el centro del pueblo. - ¿Puedo ayudar? - preguntó tímidamente.

- - ¡Claro, Grinch! - exclamaron, sorprendidos, y le dieron un adorno brillante por su increíble gesto.

Esa tarde, el Grinch se unió a los duendes, los niños y todos los habitantes del pueblo en una gran celebración. Cantaron villancicos juntos, rieron y compartieron historias. Y, por primera vez en mucho tiempo, el Grinch sonrió de corazón.

Cuando terminó la fiesta, el Grinch se despidió de sus nuevos amigos. - Gracias, duendes. Nunca pensé que la Navidad podría ser tan maravillosa. - dijo, con la genuina calidez iluminando su rostro.

Los duendes, felices y emocionados, respondieron:

- ¡Toda la magia de la Navidad está en compartir y en la alegría de estar juntos!

Desde ese día, el Grinch se convirtió en el mayor defensor de la Navidad en Villa Navidad, y cada año, no faltaba a la fiesta, recordando cómo la música y la amistad llenaron su corazón de felicidad. Y así fue como el Grinch aprendió que la Navidad no solo era una fecha en el calendario, sino un momento para dar amor, alegría y compartir con quienes más querés.

FIN.

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