El Guajojó y sus Defensores



Era una tarde soleada en el barrio de San Martín. Un par de practicantes, Sofía y Julián, regresaban a la escuela con un grupo de niños luego de una excursión al parque. Todos estaban felices, riendo y hablando sobre las cosas que habían visto.

"¡Mirá ese árbol!" -gritó Lucas, un niño de la clase, señalando un enorme algarrobo que se alzaba majestuosamente.

Pero mientras los demás niños admiraban la belleza de la naturaleza, un grupo de niños desobedientes decidió hacer algo malo.

"¡Vamos a hacer que ese guajojó salga de su nido!" -dijo Mateo, el líder del grupo, con una sonrisa traviesa. La mayoría de los otros niños lo miraron con curiosidad.

"¡Eso no se hace!" -intervino Sofía, antes de que Mateo y su grupo pudieran hacer algo.

Sin embargo, la advertencia llegó tarde. Ya estaban lanzando piedras y hojas hacia el árbol donde el guajojó y su cría se habían acurrucado, asustados. El guajojó, con su plumaje gris y amarillo, aleteó nerviosamente, mientras su cría chillaba, buscando refugio.

"¡Deténganse!" -gritó Julián, intentando detener a los niños. Pero fue en vano; la diversión de Mateo había nublado el juicio de sus amigos.

Justo en el momento en que una piedra impactó contra el tronco del árbol, el guajojó voló hacia el cielo, temeroso por su cría. El pichón, aún sin poder volar, se quedó temblando en la rama.

"¡No!" -exclamó Sofía. "¡Vamos a ayudarlo!".

Decididos a salvar al guajojó y su cría, Sofía y Julián formaron un plan. Reunieron a los niños que querían ayudar.

"Escuchen, no podemos dejar que esto siga. Vamos a hacer una cadena de protección. Con nuestras manos extendidas, vamos a rodear el árbol y evitar que se acerquen más a ellos." -explicó Julián.

Los niños, entusiasmados por la idea de proteger al guajojó, se unieron rápidamente. Hicieron una fila alrededor del árbol, ignorando las burlas de Mateo y su grupo.

Poco a poco, los niños desobedientes comenzaron a alejarse, sorprendidos de que aquellos que antes se reían de ellos ahora se unían en una causa noble.

"¡Miren! El guajojó vuelve a su nido!" -gritó Valentina, señalando hacia la rama donde el guajojó había regresado para proteger a su cría.

El grupo de los defensores aplaudió al ver que el guajojó regresaba, convencido de que su pequeño estaba a salvo.

"Gracias, chicos. Ustedes son unos héroes." -dijo una niña llamada Mariana, que había sido parte del grupo de protección.

Mateo, un poco avergonzado por lo que había hecho, se acercó al grupo de defensores.

"Felicidades por haberlo salvado. No pensé que un pájaro pudiera ser tan importante..." -admitió.

Sofía sonrió y le respondió:

"Todos los seres vivos son importantes. Es nuestro deber protegerlos. Si seguimos cuidando nuestro entorno, lograremos que la naturaleza y sus criaturas sean felices."

Los niños compartieron risas y se prometieron cuidar siempre de los animales y la naturaleza. La excursión que había comenzado como un paseo escolar terminó siendo una lección valiosa sobre el respeto y la solidaridad.

Cada uno volvió a su casa con una historia especial que contar, y una nueva misión: oír el llamado de sus corazones cuando se tratara de proteger a quienes no podían defenderse.

Desde aquel día, el guajojó se convirtió en el símbolo de amistad entre los niños, recordándoles que todos podemos ser defensores de la naturaleza.

FIN.

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