El Guardia Ernesto y el Festival de la Amistad


En una pequeña ciudad llamada Villa Feliz, vivía el guardia Ernesto. Era un hombre amable y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Todos en la ciudad lo conocían y lo respetaban por su dedicación y compromiso con su trabajo. Una mañana soleada, mientras Ernesto patrullaba las calles, escuchó un ruido extraño que venía del parque central. Se acercó rápidamente para investigar y descubrió a un grupo de niños jugando cerca de una fuente.

Uno de ellos había dejado caer accidentalmente su pelota al agua y estaba muy triste. Ernesto se acercó al niño y le preguntó qué le pasaba.

El niño explicó entre sollozos que era su pelota favorita y no sabía cómo recuperarla del agua. Ernesto sonrió amablemente y le dijo:"No te preocupes, voy a ayudarte a sacarla". Ernesto se quitó los zapatos, remangó sus pantalones e ingresó cuidadosamente al agua de la fuente.

Con mucho esfuerzo logró alcanzar la pelota y se la entregó al niño, quien saltaba emocionado de alegría. "¡Muchas gracias, señor guardia! No sé qué haríamos sin usted", exclamaron los otros niños.

Ernesto les sonrió a todos y les recordó lo importante que era cuidar nuestras pertenencias para evitar accidentes como ese. A medida que pasaban los días, más personas en Villa Feliz comenzaron a notar las acciones bondadosas de Ernesto.

Ayudaba a cruzar la calle a los ancianos, recogía basura en el parque e incluso plantaba flores para embellecer la ciudad. Un día, mientras Ernesto patrullaba cerca de la escuela, vio a un grupo de niños discutiendo en el patio.

Se acercó para averiguar qué estaba pasando y descubrió que estaban peleando por un juguete. Ernesto se sentó con los niños y les explicó lo importante que era compartir y resolver sus diferencias de manera pacífica.

Les propuso organizar una actividad en la que todos pudieran participar juntos y así aprender a trabajar en equipo. Los niños aceptaron entusiasmados la propuesta de Ernesto. Juntos planearon un festival de juegos donde todos podrían jugar y divertirse sin importar quién ganara o perdiera.

El día del festival llegó y Villa Feliz se llenó de risas y alegría. Los niños disfrutaron cada uno de los juegos, compitiendo sanamente pero siempre recordando el espíritu de cooperación.

Al final del día, Ernesto se dirigió a los niños con orgullo en su voz:"Hoy han demostrado que cuando trabajamos juntos podemos lograr grandes cosas. Recuerden siempre ser amables unos con otros y ayudarse mutuamente". Los niños asintieron emocionados, comprendiendo el mensaje tan valioso que Ernesto les había enseñado.

Desde ese día, Villa Feliz se convirtió en una ciudad donde reinaba la amabilidad y el respeto entre todos sus habitantes gracias al ejemplo inspirador del guardia Ernesto.

Y así, Ernesto continuó cuidando su ciudad con amor y dedicación, dejando una huella imborrable en los corazones de quienes tuvieron la fortuna de conocerlo.

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