El guardián de los sueños perdidos



en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza. La carreta, conocida como la Carreta Nagua, era famosa por recorrer las calles del pueblo en silencio, sin conductor ni caballos que la guiaran.

Los niños del pueblo solían contar historias sobre la Carreta Nagua, diciendo que si te acercabas demasiado a ella, podías escuchar susurros misteriosos y sentir una extraña sensación de frío en el aire.

Muchos tenían miedo de cruzarse con la carreta en medio de la noche y preferían evitar las calles oscuras a esa hora. Un niño llamado Lucas, curioso por naturaleza, decidió investigar el misterio de la Carreta Nagua. Una noche, esperó escondido en un callejón oscuro cerca del lugar donde solía aparecer la carreta.

A medida que se acercaba la medianoche, escuchó un ligero crujido seguido de un suave tintineo de campanillas. Lucas se asomó con cautela y vio a la Carreta Nagua avanzando lentamente por las calles empedradas.

Para su sorpresa, no estaba vacía: había una figura encapuchada sentada en el asiento del conductor. Intrigado, decidió seguir furtivamente a la carreta mientras mantenía una distancia segura.

La carreta se detuvo frente a una casa abandonada al final de la calle principal. La figura encapuchada descendió con gracia y comenzó a caminar hacia la puerta entreabierta de la casa. Lucas sintió curiosidad y decidió seguirlo sigilosamente.

Dentro de la casa abandonada, descubrió que era un anciano sabio que vivía allí solo desde hacía muchos años.

El anciano le explicó a Lucas que él era el guardián de los sueños olvidados y perdidos del pueblo y que cada noche recorría las calles en su Carreta Nagua para recolectar esos sueños y llevarlos consigo para darles vida nuevamente. "¿Por qué haces esto?", preguntó Lucas asombrado. "Porque todos merecen tener esperanza y creer en sus sueños", respondió el anciano con voz serena. "¿Puedo ayudarte?", ofreció Lucas con entusiasmo.

El anciano sonrió y aceptó gustoso la ayuda de Lucas. Juntos recorrieron las calles del pueblo recolectando sueños perdidos y olvidados para devolverles brillo y color. Con cada sueño recuperado, el ambiente del pueblo parecía iluminarse más y más.

Desde esa noche, Lucas se convirtió en el aprendiz del anciano guardián de los sueños e juntos continuaron llevando esperanza a través de los corazones dormidos del pueblo.

La Carreta Nagua ya no era vista como algo misterioso o temible; ahora era símbolo de bondad y magia para todos los habitantes d Villa Esperanza.

Y así fue como gracias a un niño curioso e un anciano sabio lograron transformar lo desconocido e inquietante en algo hermoso e inspirador para toda una comunidad.

FIN.

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