El guardián del bosque



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Verde, un niño llamado Martín. Martín era un niño muy especial, ya que encontraba la felicidad en las cosas más simples de la vida.

Lo que más le gustaba a Martín era pasar horas y horas jugando al lado de su árbol favorito, un hermoso sauce llorón que crecía en el parque del pueblo.

Martín pasaba sus tardes trepando al árbol, jugando a la sombra de sus ramas y conversando con él como si fuera su mejor amigo. El árbol, por supuesto, no hablaba, pero Martín sentía que podía entenderlo perfectamente.

Un día, mientras Martín estaba sentado bajo el árbol tarareando una canción, escuchó una voz suave que lo sacó de sus pensamientos:- ¡Hola! -dijo una ardilla traviesa que había bajado corriendo por el tronco del árbol-. ¿Puedo jugar contigo? Martín se sorprendió al principio, pero luego sonrió y asintió con entusiasmo.

La ardilla resultó ser muy divertida y juntos pasaron toda la tarde saltando de rama en rama y compartiendo risas. Desde ese día, Martín se convirtió en el guardián del árbol y todos los animales del bosque comenzaron a visitarlo para jugar y charlar.

Los pájaros le enseñaban canciones nuevas, las mariposas le contaban historias sobre sus viajes y los conejos correteaban alegremente a su alrededor.

Pero un día llegó al pueblo el señor Malatesta, un hombre gruñón que quería talar el árbol para construir un edificio en su lugar. Cuando Martín se enteró de esto, sintió que su corazón se encogía de tristeza.

Decidido a salvar a su amigo verde, Martín organizó una protesta pacífica junto con todos los animales del bosque. Juntos levantaron carteles coloridos pidiendo "¡Salvemos nuestro hogar!" y cantaron canciones para llamar la atención de los demás habitantes del pueblo. La gente se conmovió al ver la determinación de Martín y sus amigos animals.

Pronto, la noticia llegó a oídos del intendente del pueblo quien decidió declarar al árbol como patrimonio natural protegido. Martín saltaba de alegría junto con la ardilla cuando vio llegar al señor Malatesta con una sonrisa avergonzada en el rostro.

- ¡Perdón por querer talar tu hermoso árbol! No sabía lo importante que era para ti y para todos -dijo el señor Malatesta sinceramente.

Martín lo miró fijamente por unos segundos antes de responder:- Está bien siempre es bueno aprender algo nuevo cada día así no volvés hacer algo maloY así fue como gracias a la valentía y determinación de un niño feliz junto a su amado árbol lograron proteger no solo un pedazo de naturaleza sino también demostrarle a todos que cuidar nuestro planeta es responsabilidad de cada uno.

Y desde entonces, Villa Verde se convirtió en ejemplo de respeto hacia la naturaleza gracias a Martín y su amor incondicional por aquel hermoso sauce llorón.

FIN.

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