El Guardián del Bosque



Era una tarde soleada en el bosque de Rincón Verde, un lugar lleno de vida y armonía. Los niños de la escuela del barrio iban allí todos los sábados para aprender sobre la música de la naturaleza. Su maestro, el señor Figueroa, siempre les decía que había que cuidar a los animales, porque ellos eran parte de la melodía de la tierra.

Un día, un grupo de niños decidió explorar más allá de los límites marcados. Entre ellos estaba Lucas, un niño aventurero e impulsivo. Mientras jugaban, notaron un guajojó y su cría en lo alto de un árbol.

"-¡Mirá, un guajojó! ¡Qué lindo!" exclamó María, maravillada.

Pero Lucas, que a veces no pensaba en las consecuencias de sus actos, dijo: "-¡Vamos a acercarnos! Seguro que podemos jugar con ellos."

Los demás dudaron. Recordaban las enseñanzas del señor Figueroa, pero el entusiasmo de Lucas era contagioso. Desviándose poco a poco, empezaron a acercarse a las aves.

"-No deberíamos, a lo mejor se asustan," sugirió Clara.

"-¿Qué va a pasar? Son solo pájaros," respondió Lucas, ignorando las advertencias.

Con movimientos bruscos, Lucas empezó a tirar palitos hacia el guajojó. Al principio, el pájaro sólo se movía a un lado, pero luego, asustado, dejó caer a su cría.

"-¡Mirá! ¡Cayó!" gritó Lucas, emocionado. Pero la alegría se tornó en preocupación cuando ambas aves empezaron a herirse. El guajojó trinado como si pedía ayuda.

De repente, una figura emergió entre los árboles. Era el guardián del bosque, un anciano sabio conocido por cuidar de todos los seres que allí habitaban. Tenía una larga barba blanca, ojos amables y llevaba una túnica verde hecha de hojas.

"-¡Detente, niño!" dijo el guardián con voz firme. "-¿No sabes que está mal lastimar a los animales?"

Lucas se sintió pequeño ante la mirada del guardián. "-Yo solo quería jugar..." respondió apenado.

"-Hay muchas formas de jugar, pero simplemente atormentar a un ser viviente no es una de ellas. Tienes que aprender a respetar a todos los seres del bosque," explicó el guardián.

Con ternura, el guardián se acercó a las aves. Usando su magia, curó las heridas del guajojó y su cría.

"-Siempre ponen atención a las enseñanzas que reciben. En vez de utilizar la fuerza, deben aprender a cuidar y proteger,” dijo mientras acariciaba el plumaje de las aves.

Los otros niños miraban con asombro y admiración.

"-¿Podemos ayudar?" preguntó Clara con responsabilidad. "-Queremos aprender a cuidar el bosque también."

"-Por supuesto," respondió el guardián con una sonrisa. "-Cada uno de ustedes puede ser un protector del bosque. Comencemos por cuidar a estas aves. Hagan una pequeña casa para que puedan vivir tranquilos."

Lucas, sintiéndose culpable, dijo: "-Lo siento mucho, lo hice mal. Quiero ayudar."

Juntos, los niños, guiados por el guardián, comenzaron a recolectar ramitas, hojas y barro. Construyeron un nido seguro y hermoso para el guajojó y su cría.

Cuando terminaron, el guardián les enseñó sobre el cuidado de las aves y cómo podían escuchar la música que hacían cuando estaban felices.

"-Miren, ahí vienen," dijo el guardián. Las aves se acercaron volando y se acomodaron en el nido que construyeron.

"-Hoy aprendieron algo muy valioso: la importancia de cuidar a quienes nos rodean. Recuerden, son parte de una melodía mayor que nunca debe ser interrumpida," concluyó el guardián.

Los niños regresaron a casa con el corazón lleno de alegría y un profundo respeto por los seres del bosque. Y así, nunca olvidaron que jugar y divirtirse puede hacerse sin lastimar, cuidando siempre de los amigos que nos rodean.

FIN.

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