El Guardián del Bosque
Era una vez un hermoso bosque lleno de árboles frondosos, animales juguetones y ríos cristalinos. Sin embargo, una sombra se cernía sobre este paraíso: muchos ciudadanos iban a visitarlo, pero no respetaban su belleza y dejaban basura por todos lados. Por suerte, había un hombre llamado Don Horacio que cuidaba del bosque con todo su corazón.
Con su sombrero de paja y su escoba siempre a mano, Don Horacio recorría cada rincón del bosque, recogiendo latas, papeles y plásticos que otros dejaban olvidados. Él hablaba con los árboles y les contaba historias, y los animales sabían que él siempre estaba a su lado.
Un día, mientras Don Horacio limpiaba cerca del lago, vio a un grupo de niños jugando.
"¡Hola, chicos! ¿Se están divirtiendo?"
"¡Sí, Don Horacio! Pero ahora tenemos hambre, así que vamos a comer unos sándwiches", respondió una niña con trenzas.
"Eso está bien, pero no olviden la regla más importante: ¡no dejen basura aquí!"
Los niños prometieron cuidar el bosque, pero cuando terminaron de comer, en lugar de llevarse los restos, dejaron bolsas, envoltorios y servilletas tiradas. Don Horacio se sintió triste al ver cómo el bosque se llenaba de basura otra vez.
Esa noche, decidió que era momento de hacer algo diferente. Al siguiente día, organizó una reunión en la plaza con todos los ciudadanos del pueblo.
"¡Atención, vecinos!" dijo Don Horacio con voz enérgica. “Los invito a una gran fiesta en el bosque, pero hay una condición: ustedes tienen que venir a limpiar conmigo. Después, habrá juegos y sorpresas para todos”.
Los habitantes, curiosos, comenzaron a murmurar.
"¿Una fiesta en el bosque? ¡Eso suena genial! Pero, ¿limpiar?"
"Yo voy, pero solo si hay comida", dijo un niño travieso.
Y así, la semana siguiente, comenzó el evento especial. La gente llegó con escobas, bolsas de basura y un buen ánimo. Don Horacio les dio la bienvenida.
"Gracias por venir, amigos. ¡Juntos haremos de este bosque un lugar aún más hermoso!"
Mientras los adultos recogían la basura, los niños jugaban y exploraban, y poco a poco, el bosque iba recuperando su belleza. Entre risas y juegos, algunos niños se acercaron a Don Horacio.
"Don Horacio, ¿por qué cuidás tanto del bosque?"
"Porque cada árbol, cada animal, y cada río son parte de nuestra familia. ¡Cuando cuidamos del bosque, cuidamos de nuestra casa!"
Impresionados por la idea, los niños decidieron que no solo debían ayudar en esa fiesta, sino que querían seguir cuidando el bosque todos los días.
"¡Vamos a formar un club para proteger el bosque!" propuso una niña con una sonrisa brillante.
"¡Sí! Y podemos inventar carteles para concientizar a los demás!" agregó otro niño, emocionado.
Desde ese día, los niños llevaron su entusiasmo a casa y empezaron a hablar con sus familias sobre la importancia de cuidar el entorno. Organizaron más actividades en el bosque, pintando carteles que decían: “¡No ensuciemos nuestro hogar! ” y “¡Cuidemos nuestros árboles y animales! ”
Poco a poco, más personas se unieron a la causa. Se formaron grupos comunitarios que se encargaban de mantener limpio el bosque. Don Horacio sonreía al ver cómo su mensaje se expandía.
- “¡Esto es lo que quería, chicos! ¡El bosque es de todos! ”
Con el tiempo, el bosque volvió a florecer, se llenó de vida y alegría. Los ciudadanos aprendieron a disfrutarlo sin dañarlo, creando la rutina del respeto hacia la naturaleza.
Y así, Don Horacio, el guardián del bosque, ya no estaba solo. Había creado una comunidad consciente, unida y respetuosa. Y cada vez que miraba a su amado bosque, sabía que cada árbol, cada arroyo y cada animal tendría un hogar seguro gracias a todos ellos.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.