El Guardián del Fuego



En lo profundo de la selva, donde los cuatro elementos danzaban en armonía, vivía un yaguareté llamado Taragüí. Taragüí era fuerte y temido por todos los animales, porque había logrado apoderarse del fuego, un elemento sagrado que daba vida y calor. Un día, mientras los otros animales temblaban de miedo, dos indiecitos, Pacha y Nawi, decidieron que había llegado el momento de enfrentarse a él.

"¡No podemos vivir así, Nawi!", dijo Pacha, mirando a su amigo con determinación. "El fuego nos da vida y alegría. No podemos dejar que Taragüí lo use solo para él".

Nawi asintió. "Sí, pero ¿cómo lo haremos? Es muy fuerte y astuto".

"Con inteligencia y valentía. Necesitamos encontrar la manera de hacerlo volver a ser parte de todos" - respondió Pacha.

Los dos indiecitos se pusieron en marcha, recogiendo hierbas y buscando consejos entre los ancianos de la selva. Los ancianos les hablaron sobre la leyenda de los cuatro elementos, y cómo, si se unían, podían lograr grandes cosas.

"El aire es ligero y veloz, el agua es adaptable, la tierra es resistente, y el fuego es poderoso. Cada uno tiene un papel y juntos forman un círculo perfecto", les dijo una sabia tortuga.

Decididos, Pacha y Nawi prepararon un plan. Quisieron demostrarle a Taragüí que el fuego no debía ser un arma de miedo, sino una fuente de alegría y unidad.

Una noche, cuando la luna brilla con su luz plateada, decidieron acercarse a la cueva del yaguareté. Con el corazón latiendo rápido, Pacha gritó: "¡Taragüí! ¡Sal de tu escondite!".

El yaguareté, sorprendido, salió con una mirada feroz. "¿Qué quieren estos indiecitos? ¿Acaso buscaban mi fuego?".

Nawi, temblando pero decidido, respondió: "No venimos a robarte el fuego, Taragüí. Venimos a enseñarte su verdadero valor".

Taragüí se rió con desprecio. "¿Y qué saben ustedes del fuego?".

Pacha, sin perder la calma, dijo: "Nosotros sabemos que el fuego no debe ser un símbolo de miedo, sino de unión. Ven, acompáñanos. Te mostraremos".

Intrigado, Taragüí los siguió, aunque no creía en lo que los indiecitos decían. Pronto llegaron al claro donde vivían todos los animales. Pacha y Nawi encendieron una pequeña fogata y comenzaron a contar historias de tiempos pasados, cuando el fuego reunía a todos alrededor de él.

"Miren, Taragüí", dijo Nawi, señalando a los animales, que se acercaban curiosos. "El fuego también puede ser luz, calidez y comunidad".

Pacha tomó una pequeña rama de fuego y, con su voz suave, continuó: "Este fuego no tiene por qué ser solo tuyo. Puede ser de todos. Juntos, podemos cuidar de él y hacerlo brillar".

Taragüí, al ver la alegría en los rostros de los animales, comenzó a sentir algo dentro de él. "Pero... ¿cómo puedo confiar en que no lo apagarán?".

"Porque somos todos amigos y cuidaremos de él juntos", respondió Nawi. "El fuego es como nosotros. Necesita amor y respeto".

Con cada historia, el corazón de Taragüí se fue ablandando. Los indiecitos le mostraron cómo el fuego podía ayudarles a cocinar, calentar y iluminar sus noches.

Finalmente, con un brillo en sus ojos, Taragüí dijo: "Quizás tengan razón. Quizás el fuegodeba ser parte de todos".

Y así fue como el yaguareté decidió compartir su fuego. Desde entonces, los animales se reunían cada noche alrededor del fuego, contando historias y celebrando la amistad y el respeto. Taragüí se convirtió en el guardián del fuego, pero ya no por miedo, sino porque entendió que compartir era mucho mejor que poseer.

Pacha y Nawi estaban felices. Habían vencido el miedo y habían traído unión entre todos los habitantes de la selva. Y así, gracias a su valentía e inteligencia, el fuego siguió brillando, iluminando no solo la selva, sino también los corazones de quienes se unían alrededor de él.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!