El Guardián del Fuego



En las vastas llanuras del sur de Europa, bajo un cielo lleno de estrellas, vivía una tribu nómada conocida como los Fuegoverdes. Su líder, un joven sabio llamado Tark, siempre había demostrado ser un gran cazador y recolector, pero había algo aún más especial en él: su curiosidad por el mundo que lo rodeaba.

Un día, mientras exploraba las cercanías de su campamento, Tark encontró un extraño objeto brillante enterrado en la tierra. "¿Qué será esto?", se preguntó, sacándolo con cuidado.

Al mirarlo de cerca, Tark vio que era una piedra inusual que irradiaba una luz cálida y acogedora. "¡Miren!", gritó emocionado, llamando a su tribu. Al acercarse, su madre, la sabia Chana, le dijo: "Es una hermosa piedra, Tark, pero debemos tener cuidado. A veces, lo que brilla puede llevarnos a situaciones peligrosas."

Pero Tark, lleno de entusiasmo, decidió llevar la piedra al ritual del fuego, donde los ancianos de la tribu encendían una llama especial cada mes. Cuando llegó el momento, Tark levantó la piedra hacia el fuego, esperando que su luz se uniera a las llamas.

De repente, un haz de luz iluminó el cielo y hizo temblar la tierra. Todos se quedaron atónitos, y el fuego comenzó a danzar de una manera nunca antes vista. "¡Es mágico!", exclamó un niño pequeño llamado Lía.

Los ancianos se reunieron, y el anciano Borak, dijo: "Tark, esta piedra está conectada con el fuego, pero también con el equilibrio de la naturaleza. Debes protegerla y asegurarte de que nunca caiga en las manos equivocadas."

Tark, aunque sorprendido, entendió lo importante que era esta misión. "Haré lo que sea necesario para cuidar de ella."

Sin embargo, a medida que pasaban los días, la piedra extraña comenzó a atraer la atención de una tribu rival conocida como los Hielolocos. Su jefe, un hombre ambicioso llamado Gorak, había oído rumores sobre la piedra mágica y decidió que debía tenerla a toda costa.

Una noche, mientras la tribu de Tark dormía, los Hielolocos se acercaron sigilosamente al campamento. Tark, siempre alerta, se dio cuenta de la intrusión. "¡Despierten!", gritó. "¡Los Hielolocos vienen por la piedra!"

Su tribu rápidamente se organizó, y mientras las dos tribus se enfrentaban, Tark se dio cuenta de que pelear no era la solución. Con una voz firme, levantó su mano. "¡Deténganse! Estamos todos aquí por la misma razón: proteger lo que amamos. ¿No podemos encontrar una manera de convivir?"

Gorak se detuvo, sorprendido por la valentía y la sabiduría de Tark. "¿Qué propones?"

"Podemos compartir la piedra. Cada tribu puede usarla una vez al mes para invocar la luz del fuego en sus rituales. Así, todos podremos aprender de ella y crecer juntos."

Los Hielolocos murmuran entre ellos, y luego Gorak asintió, ofreciendo su mano. "Está bien, aceptemos su propuesta."

Desde ese día, las dos tribus comenzaron a trabajar juntas. Aprendieron a cazar y recolectar en armonía, y la piedra se convirtió en un símbolo de unidad. Cada mes, se reunían para celebrar el ritual del fuego, iluminando las llanuras con su danzón alegre.

Tark se convirtió en el verdadero guardián del fuego, no solo protegiendo la piedra, sino también fomentando la paz entre las tribus. "Un fuego compartido ilumina el camino para todos", decía a menudo. Y así, la misión de Tark continuó, inspirando a futuras generaciones a nunca olvidar el poder de la unidad y la amistad.

FIN.

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