El Guardián del Parque
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy curioso y aventurero, pero también tenía mucho miedo a la soledad y a la responsabilidad.
Un día, mientras jugaba en el parque, vio a una abuelita sentada en un banco llorando. Mateo se acercó preocupado y le preguntó qué le pasaba. La abuelita le contó que había perdido su perrito y se sentía muy triste y sola.
Mateo sintió compasión por ella y decidió ayudarla a encontrar a su perrito. Juntos recorrieron el pueblo buscando en cada rincón, preguntando a todas las personas que encontraban si habían visto al perro.
Después de mucho buscar, finalmente encontraron al perrito escondido detrás de unos arbustos. La abuelita estaba tan feliz que no podía dejar de darle gracias a Mateo por haberlo encontrado.
A partir de ese momento, Mateo entendió que ayudar a los demás podía hacerlos felices y eso lo hacía sentir bien también. Sin embargo, seguía teniendo miedo a la soledad y la responsabilidad.
Un día, mientras caminaba por el parque nuevamente, vio un cartel pegado en un árbol que decía: "Se busca voluntario para cuidar el jardín del parque". A pesar de su miedo, Mateo decidió probar algo nuevo e inscribirse como voluntario. Al principio fue difícil para él tomar esa responsabilidad.
Tenía que regar las plantas todos los días y asegurarse de que estuvieran sanas y bonitas. Pero poco a poco, Mateo fue aprendiendo sobre las diferentes plantas y cómo cuidarlas adecuadamente.
Un día, mientras regaba una hermosa flor que él mismo había plantado, se dio cuenta de lo orgulloso que se sentía al verla crecer y florecer gracias a su cuidado. Ese momento le enseñó que la responsabilidad no era algo a temer, sino algo que podía ser gratificante.
Con el tiempo, Mateo se convirtió en un voluntario ejemplar del parque. Ayudaba a mantenerlo limpio y ordenado, cuidaba de las plantas con amor y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. La noticia sobre el increíble trabajo de Mateo llegó a oídos del intendente del pueblo.
Impresionado por su dedicación, decidió nombrarlo "Guardián del Parque" en reconocimiento a su labor.
Desde ese día, Mateo dejó atrás sus miedos y encontró la felicidad en la compañía de los demás y en la responsabilidad de cuidar de su querido parque. Y así, Mateo aprendió una valiosa lección: enfrentar nuestros miedos nos permite descubrir nuestras fortalezas y encontrar la verdadera felicidad. Desde entonces, vivió aventuras emocionantes sin temor alguno.
Y cada vez que alguien le preguntaba qué era lo más importante para él, respondía con una gran sonrisa: "Ayudar a los demás y disfrutar cada momento".
FIN.