El Guía de Sueños
Había una vez en un pueblito llamado Aventura, un niño llamado Lucho que tenía un don especial: podía ver lo que las personas necesitaban, aun cuando ellos mismos no lo sabían. Desde muy pequeño, se dio cuenta de que no podía dejar que este don se quedara en un simple secreto. Un día, decidió empezar una nueva aventura, llevando alegría y ayuda a quienes más lo necesitaban.
Lucho unía su habilidad con una gran pasión: ayudar a los demás. Así que comenzó a caminar por el pueblo, buscando a las personas que necesitaban una manito. Sus amigos del vecindario, Maru y Tobi, lo acompañaban, siempre emocionados por lo que podría suceder. Lucho siempre decía:
"La vida es un juego, ¡y juntos podemos hacer que sea más divertido!"
Una tarde, mientras paseaban por el parque, vieron a un grupo de niños que intentaban construir una torre gigante de bloques, pero parecía que nadie podía lograrlo. Lucho se acercó a ellos y preguntó:
"¿Qué les pasa?"
"¡No podemos! Cada vez que ponemos un bloque, se cae todo…" - contestó una niña con lágrimas en los ojos.
Lucho sonrió y les dijo:
"No hay que rendirse. A veces, necesitamos un poco de ayuda. ¿Por qué no mostramos cómo hacerlo juntos?"
Maru y Tobi se unieron a la causa, trayendo sus propias ideas y diseños, y poco a poco, todos los niños fueron colaborando. Lucho, con su visión especial, les guió para poner los bloques estratégicamente.
De repente, cuando estaban a punto de poner el bloque final, un viento fuerte sopló y casi derriba la torre. Pero, en lugar de frustrarse, Lucho dijo:
"Esta es una oportunidad para aprender. ¡Vamos a usar peso en la base!"
Todos se rieron y siguieron sus instrucciones. Finalmente, lograron construir una torre que parecía tocar el cielo. Cuando la última pieza se colocó, todos gritaron de alegría.
"¡Lo logramos!"
Al día siguiente, Lucho y sus amigos decidieron que era hora de ayudar a más personas. Caminaron por el mercado y notaron a una ancianita que parecían estar buscando algo. Lucho se acercó:
"¿Necesita ayuda, señora?"
"Estoy buscando mi gorra que se me perdió entre los puestos…" - dijo la señora, algo angustiada.
Lucho miró a su alrededor y, con un brillo en sus ojos, recordó que hace una semana, había visto una gorra barata en una de las tiendas. Rápidamente, corrió hacia allí con Maru y Tobi para buscarla. Después de un pequeño viaje lleno de risas y carreras, encontraron la gorra, justo bajo un puesto lleno de frutas.
Cuando volvieron, la ancianita sonrió felizmente:
"¿Y cómo me encontraron mi gorra?"
"A veces, los caminos hacen giros inesperados, pero podemos llegar a donde necesitamos estar si nos ayudamos entre todos" - respondió Lucho con una sonrisa.
La señora los abrazó y les dio un par de galletas a modo de agradecimiento. Lucho y sus amigos se sintieron felices, pero sabían que aún había más por hacer.
Un día, decidieron organizar una gran fiesta sorpresa para todos en el pueblo, donde cada uno pudiera compartir sus talentos.
"¿Y si hacemos una función de talentos?" - sugirió Maru entusiasmada.
"¡Eso será genial!" - dijo Tobi. "Todos en Aventura deberán participar y mostrar lo que saben hacer."
Empezaron a planearlo todo. Lucho usó su don para motivar a las personas. Se acercó a cada vecino, invitándolos a mostrar sus habilidades, y vio cómo un vecino que pintaba, un cocinero que hacía las mejores empanadas, e incluso el cartero que hacía malabares, se unieron a la fiesta.
Finalmente, el día de la celebración llegó. Todos estaban emocionados y el ambiente era mágico. Stellita, la abuelita representante del pueblo, llegó para observar el evento y quedó sorprendida.
"¿Cómo lo lograron, chicos? Esto es maravilloso!"
Lucho con humildad respondió:
"Nos ayudamos entre todos y compartimos lo que sabemos hacer. ¡Eso es lo más importante!"
La fiesta fue un éxito rotundo, llena de risas, música y baile. Al final del día, Stellita le dijo a Lucho:
"Gracias a vos, chicos, el pueblo se unió y todos brillaron."
Y así, Lucho, Maru y Tobi siguieron creando una comunidad unida y feliz, aprendiendo juntos que la verdadera magia está en ayudar a los demás y compartir momentos de alegría.
Y desde entonces, cada vez que Lucho veía que alguien necesitaba una mano, no dudaba en lanzarse a ayudar, convirtiéndose en el mejor guía de sueños y amigo que todos podrían tener.
FIN.