El guisante mágico



Había una vez un niño llamado Martín que vivía en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, encontró un guisante mágico brillante y reluciente. Sin dudarlo, lo recogió y decidió plantarlo en el terreno detrás de su casa. Para su sorpresa, al día siguiente, el guisante había crecido hasta alcanzar el tamaño de un árbol. Martín, emocionado, decidió trepar por el tallo hasta llegar a su cima.

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Al llegar arriba, se encontró con una sorpresa aún mayor. Un hada, que vivía en el guisante mágico, le habló con dulzura y le dijo: "Martín, has demostrado ser valiente y curioso. Por eso, te concederé tres deseos". Martín, sin poder creer lo que oía, comenzó a pensar en qué pedir.

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Primero, pidió que todos los niños del mundo tuvieran comida y un hogar donde vivir. El hada asintió y le dijo: "Tu deseo se ha concedido". Luego, Martín pidió que las plantas y los animales estuvieran protegidos para siempre. Nuevamente, el hada asintió y le dijo: "Tu deseo se ha concedido".

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Finalmente, Martín pensó en su familia y en lo mucho que los quería. Pidió que su familia y todos los seres queridos estuvieran felices y sanos para siempre. El hada, con una sonrisa, le dijo: "Tu deseo se ha concedido". Martín, emocionado y agradecido, agradeció al hada y bajó del guisante mágico.

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A partir de ese día, Martín notó que todo en su vida y en su comunidad comenzó a mejorar. La gente tenía más comida, los animales estaban protegidos y su familia irradiaba felicidad. Martín aprendió que los deseos no solo deben beneficiarlo a él, sino que también pueden ayudar a los demás. Y, lo más importante, descubrió que la magia más poderosa está en el corazón de las personas, listas para hacer el bien sin esperar nada a cambio.

FIN.

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