El Hada de la Luna Azul



En un pueblito encantado llamado Lumina, donde el sol brillaba con colores vibrantes y las flores cantaban melodías suaves, vivían hadas de diferentes formas y tamaños. Todas ellas compartían un secreto: no podían usar sus poderes hasta que enfrentaran sus miedos más profundos.

Una de esas hadas se llamaba Lía. Lía era pequeña y su cabello brillaba como los destellos de la luna. Aunque era dulce y siempre ayudaba a los demás, tenía un miedo muy grande: temía a la oscuridad. Cada vez que el sol se ocultaba, Lía se escondía en su rincón favorito, temblando y esperando que el día regresara.

Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un pequeño brillo en el suelo. Era una piedra azul que resplandecía con fuerza. "¡Qué hermosa!"- exclamó Lía al recogerla. En ese momento, sintió una energía recorrer su cuerpo. La piedra era un regalo del hada de la luna azul.

"Lía, de ahora en adelante tendrás un don especial. Pero para activarlo, debes enfrentar tu miedo a la oscuridad"-, le susurró una voz suave como el viento. Lía, asustada pero intrigada, decidió que debía ser valiente.

La piedra azul era mágica y la llevó a un viaje en busca de respuestas. En su primera parada, se encontró con un búho sabio llamado Ulises.

"Ulises, tengo un miedo que no logro superar y me han dado un don especial"-, le confesó Lía.

"El miedo a la oscuridad puede mostrarse aterrador, pero es solo una parte del misterio de la vida"-, respondió Ulises. "¿Estás dispuesta a dar el primer paso?"-

A pesar de su nerviosismo, Lía asintió. Ulises la llevó a un hermoso claro del bosque, donde la luz de la luna iluminaba todo con un brillo plateado.

"Cierra los ojos y respira profundo"-, le dijo. Cuando Lía hizo lo que le pidió, empezó a escuchar los sonidos nocturnos del bosque: el susurro de las hojas y el canto lejano de los grillos. No era tan aterrador como pensaba.

Sin embargo, cuando se atrevió a abrir los ojos, notó que la sombra de un árbol se proyectaba de forma extraña, lo que la hizo retroceder.

"Pero Lía, cada sombra es una oportunidad para ser valiente. Si te quedas aquí, nunca sabrás lo que hay más allá de tus miedos"-.

Con esas palabras, Lía decidió avanzar. Un paso, y luego otro. Paulatinamente, la oscuridad dejó de parecerle tan terrorífica, y en su lugar, descubrió la belleza de la noche.

Con cada desafío que enfrentaba, Lía se sentía más fuerte y segura. Encontró a otros seres del bosque que también tenían miedo, y juntos compartieron sus historias. Se dio cuenta de que no estaba sola.

En el trayecto, conoció a un dragón amigo, llamado Peregrino, que también sentía miedo al volar. Juntos se alentaban mutuamente, y Lía aprendió que enfrentar el miedo era más fácil con amigos.

Una noche, la luna brilló más que nunca, anunciando que era tiempo de enfrentar el último reto: una cueva oscura donde guardaba un tesoro llamado Corazón de Luz, que solo se podía encontrar quien se atreviera a cruzar la oscuridad.

Lía y Peregrino se miraron, sabiendo que sería su mayor prueba. Con el corazón latiendo rápido, cruzaron la entrada de la cueva. Todo era ruido y sombras, pero cada paso que daban, Lía sentía que sus miedos se desvanecían.

Finalmente, llegaron al fondo de la cueva, donde encontraron el Corazón de Luz, que iluminó todo a su alrededor. En ese momento Lía comprendió que el verdadero poder estaba en ella misma. Era capaz de enfrentar cualquier reto, incluso sus miedos más profundos.

"Lo hemos logrado, Lía"-, dijo Peregrino, asombrado por la luz que emanaban. Lía sonrió, sintiendo el poder de la magia en su corazón.

Al regresar a Lumina, la piedra azul brilló intensamente, y en un instante, Lía se convirtió en la Reina del Pueblo Encantado. Con su nuevo rango, decidió ayudar a otras hadas a enfrentar sus propios miedos.

"Nunca más tendrán que temer la oscuridad, porque juntos podremos enfrentarlo todo"-, anunció Lía a todos los habitantes de Lumina, inspirándolos a ser valientes.

Desde ese día, Lía no solo fue un hada, sino también una reina que brindó luz a otros. Y así, en Lumina, cada vez que el sol se ponía, todos recordaban que la oscuridad no era algo que temer, sino una oportunidad para brillar con más fuerza que nunca.

FIN.

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